¡Ya, Campeador, en buena hora ceñisteis espada! De Castilla os vais para las gentes extrañas; Así es vuestra ventura, grandes son vuestras ganancias. |
¡Ya, Campeador, en buena hora ceñisteis espada! De Castilla os vais para las gentes extrañas; Así es vuestra ventura, grandes son vuestras ganancias. |
Afuera, afuera, Rodrigo, el soberbio castellano, acordársete debría de aquel buen tiempo pasado cuando fuiste caballero en el altar de Santiago. Cuando el Rey fue tu padrino, tú, Rodrigo, el afijado; mi padre te dio las armas, mi madre te dio el caballo, yo te calcé las espuelas por que fueras más honrado; pensé de casar contigo, no lo quiso mi pecado |
Aquese buen rey Alfonso, que ha sabido lo pasado, de Toledo se partiera y a San Pedro había llegado Saliéronle a recibir los al Cid emparentados: mucha honra fizo el Rey al cuerpo del Cid honrado; mandó que no se enterrase, sino que el cuerpo arreado se ponga junto al altar, y a Tizona en la su mano; asi estuvo mucho tiempo, que fueron más de diez años. |
A pesar de los franceses los puertos de Aspa pasó; siete dias con sus noches en campo los aguardó. Y viendo que no venían a Castilla se volvió. Matara al conde de Niebla y el condado le quitó, y a su hermano don Alfonso en las cárceles echó. |
Ya me parto, caro amigo; quien la gobierna, ya falta; quisiera pagaros bien; pero recibid por paga que con los fechos que he fecho será inmortal vuestra fama |
Colada y Tizona mías, no colada, mas calada por mil contrarios arneses, y por mil contrarias armas, ¿cómo os hallaréis sin mí, a quién os dejaré en guarda que no manche vuestro honor, pues que tan fácil se mancha? |
Diego Laínez mi padre, y mi hijo aparecían; dicen: "Mucho habéis durado en aquesa triste vida; vayámonos a las gentes que perdurable vivían" |
Morirás en treinta días, desde hoy que esto te hablo. Dios te quiere mucho, Cid, y esta merced te ha otorgado; y es que después de tú muerto venzas a Búcar en campo. |
¿Por qué lloráis, mis doncellas? ¿Por qué hacéis tan grande llanto? No lloréis así, señoras, que no es para llorarlo: que si un hijo me han muerto aquí me quedaban cuatro; no murió por las tabernas, ni a las tablas jugando; mas murió sobre Zamora vuestra honra guardando; murió como caballero, con sus armas peleando |
Caballero eres, mi hijo, hidalgo y de noble casta, criado en buenos respetos desde los pechos del ama; hágate Dios tal que seas como yo deseo que salgas, en los trabajos sufrido, esforzado en las batallas, espanto de tus contrarios, venturoso con la espada, de tus amigos y gentes muro, esfuerzo y esperanza; no te agrades de traidores ni les mires a la cara; de quien ti se fiare no le engañes, que te engañas; perdona al vencido triste que no puede tomar lanza, no des lugar que tu brazo rompa las medrosas armas; mas en tanto que durare en tu contrario la saña, no dudes el golpe fiero ni perdones la estocada. |
Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises