Cada vez me caía mejor mi amigo. Estaba lleno de sorpresas. Además, estar con él me distraía de todos los problemas que tenía sin resolver en mi vida. No quería quedarme solo, me daba miedo. Yo me daba miedo.
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Cada vez me caía mejor mi amigo. Estaba lleno de sorpresas. Además, estar con él me distraía de todos los problemas que tenía sin resolver en mi vida. No quería quedarme solo, me daba miedo. Yo me daba miedo.
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—Bueno, pero ya regresa, que te extraño, aunque te encierres todo el día en tu cuarto. Se me hizo un nudo en el pecho. Me limpié las lágrimas. |
Sonreí, era mi hermana. —¡Qué onda, chaparra! —No me digas así, mi tamaño es por la edad— repuso seria. |
(...) me puse a llorar. Sentí que no podía respirar, me faltaba aire. Tuve miedo de sufrir uno de esos ataques que hacían que mis pulmones se quedaran sin aire, odiaba cuando sucedía eso. Entonces comenzó a llover, pero era una lluvia muy fina, faltaban años para que conociera el nombre de esa bruma húmeda. Y con los últimos rayos de sol se formaron diminutos arcoíris, flotaban entre los árboles, en la carretera, algunos casi al alcance de la mano. Dejé de llorar. Era bueno tener algo así en ese momento. Fue un regalo. |
Hasta ese instante me di cuenta de que la tenía sostenida de la muñeca. La liberé, y por un instante fueron visibles las huellas de mis dedos en su piel.
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Escuché frases y palabras sueltas, cada vez más duras. (...) Yo seguí jugando como si no oyera nada, pero todos los niños aprenden a jugar así. Lo hacen con el estómago duro y los puños apretados.
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—(...) Además, cuando das, recibes más, aunque no lo veas. Me pareció absurdo, ¿recibir algo que no se ve? ¿Para qué servía eso? |
Ese día papá estaba muy contento, tenía esa alegría que a veces me daba miedo porque no sabía dónde podía parar.
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La primera vez que lo hice, el dolor me dio miedo, pero luego descubrí que también aturdía, como una ola, tan poderosa, que arrastraba las demás preocupaciones hasta barrerlas de mi cabeza. Y después solo quedaba la calma.
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En la pierna derecha ya tenía dos cicatrices, cada una de ellas significaba un día triste en mi vida, eran como huellas de una batalla. Saqué los pañuelos, el cúter. Una parte de mí me decía que estaba mal, pero otra me decía que me sentiría mejor. (...) Sentía tanta rabia y tristeza que quería gritar.
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Manolito ...