Para empezar el #retopiaspirit que este 2023 se hace desde @victorianspirits he elegido uno de mis eternos pendientes (que es de lo que va, en cierta forma, lo de hacer este reto literario), una novela que tenía desde hacía muchísimos años pendientes y que he tardado en leer porque quería cogerla estando muy alejada de esa famosa versión fílmica que hizo Stanley Kubric, y que había visto antes un par de veces. Nos encontramos en una Inglaterra distopica y autoritaria en la que la violencia es un mal endémico que azota a su sociedad, como puede verse en las pandillas de jovenes que por la noche asolan sus calles cometiendo todo tipo de crímenes. El líder de uno de esos grupos, Alex, es encarcelado tras asesinar a una mujer en cuya casa entro junto a sus drugos para robar. Para reducir su condena, Alex acepta someterse a la técnica Ludovico, un tratamiento que hará que se sienta enfermo y asqueado ante la maldad con la que antes se deleitaba. Sin embargo, los resultados de este experimento no terminarán con la oleada de violencia que ha marcado la vida y personalidad de Alex, sino que supondrán un giro inesperado. Tengo que decir que este libro, tenía todas las papeletas para no gustarme por varios motivos. En primer lugar, por lo que he dicho antes, que ya había visto la película de Kubrick, cuyo guión es muy fiel al material original. Por lo que la lectura prometía ser carente de cualquier tipo de sorpresa. En segundo lugar, por una de las señas de identidad de esta novela, el uso del idioma Nadsat, una jerga que bebe del ruso y que jalona el lenguaje de ese mundo juvenil y violento del que Alex es su mayor representante. Este lenguaje aparece desde la primera página de la narración, por lo que es obligatorio pararse para buscar el significado de cada palabra en el diccionario que viene al final del volumen. Y esto, para mí, solo conseguía sacarme totalmente de la lectura, haciendo que los primeros capítulos se me hicieran increíblemente pesados y densos. Y el tercer problema que tuve con este libro fue la propia naturaleza de su argumento, cruel, violenta y muy dura. Incluso sabiendo de qué iba la cosa y que iba a encontrarme en su trama, hubo muchos momentos en los que realmente lo pase muy mal leyendo, que me hicieron daño casi fisicamente. En esto, creo que tuvo mucho que ver la manera en que el libro está narrado en primera persona por el protagonista, que cuentan las cosas de una manera increíblemente frívola y distendida, disfrutando claramente de todo el mal que hace y narrándolo como si tal cosa, con total tranquilidad y alegría. Un tonillo festivo que durará la primera parte de la narración, y que mantendrá su estilo bravucon y cínico incluso cuando las cosas se le compliquen a Alex. Éste es un personaje profundamente repugnante, y en el que nos podemos encontrar ningún tipo de cualidad redentora. No soy psicóloga, pero no hace falta hacerlo para darse cuenta que estamos ante un personaje profundamente enfermo, que es un psicopata o tiene algún tipo de trastorno de la personalidad. Se te revuelve el estómago, viendo como disfruta con el robo, la violencia y las violaciones; y la manera en que nunca siente remordimientos por los actos que comete pese a saber lo malvados que son. Es un personaje totalmente consciente de lo que hace, pero incapaz de arrepentirse y con un claro sentimiento de superioridad hacia el resto de las personas que le rodean. La frialdad con la que se solaza en la violencia contrasta con su amor absoluto hacia la música clásica y las obras de Beethoven y Mozart, y con la manera cordial y hasta amigable con la se dirige directamente a los lectores llamándolos “hermanos” y haciéndoles cómplices de todo por lo que pasa. Y pese a todo este rosario de calamidades, en algún momento de la obra Burgess consiguió atraparme totalmente con su atmósfera violenta y cruel como un tornado, arrastrándome implacablemente a su historia de crímenes, autoritarismo, juventud desarraigada y condicionamiento psicológico. Y en eso creo que tuvo mucho que ver lo que he contado más arriba, por la forma en que Alex rompe la cuarta pared e interactúa directamente con los lectores. Eso consigue hacer que, de alguna forma, sea más cercano a ellos, que los que leen puedan introducirse en una mente tan compleja y enfermiza y, aunque no compartan lo que haga, entender porqué lo hace y cómo ve el personaje las cosas. Y a todo esto hay que sumar que el libro tiene algo de potente y dramático, que creo que nace de las propias circunstancias en las que fue concebido. Y es que su autor, Anthony Burgess, recibió en 1959 un autentico mazazo cuando le diagnosticaron un cancer que se suponía que no tardaría en acabar con él. Angustiado y preocupado por la situación en la que quedaría su esposa, Burgess se consagro a la escritura. Su idea era hacer de la forma más rápida posible varias obras que tuvieron éxito, y cuyos derechos de autor permitieran que su viuda tuviera una posición desahogada. Para escribir “La Naranja Mecánica”, el autor se basó en otro de los sucesos más traumáticos que vivió su familia: la violación de su esposa por parte de cuatro soldados americanos en 1944, por la cual ella perdió al hijo que esperaba. Todo eso ayuda a entender la angustia que se respira prácticamente desde el primer párrafo de la novela (y que no tiene que ver con lo perdido, que se pueda sentir el lector por el uso del lenguaje Nadsat) y la negritud que uno nota al asomarse a este escrito. Es como el agujero oscuro de los que habla Nietzsche y que te cambia cuando te asomas a él. Además, el libro parte de una premisa muy interesante, y que da mucho de pensar: la auténtica naturaleza del mal en la humanidad, y si éste se puede realmente superar; y la dialéctica sobre si los gobiernos tienen derecho o no a condicionar a sus habitantes para conseguir una sociedad menos salvaje y más segura. Todo el libro se convierte así en una lucha entre el libre albedrío y el bien común, entre lo individual y lo colectivo. Y sin embargo, la supuesta solución demuestra ser un espejismo ineficaz. El método Ludovico consigue curar la violencia con más violencia, y solo provoca una inacción que perjudica al paciente y lo vuelve débil. al regresar al entorno agresivo de donde provenía acaba convirtiéndose en una víctima más, y eso solo le genera más odio. Todo continua su curso, nada puede frenar la oscuridad y el salvajismo intrínsecos del hombre. Y por lo tanto, nada justifica esa intromisión del Estado contra la libre elección de las personas, para bien o para mal. El rechazo a todo lo que supone Alex no se extiende solo a este protagonista. En “La Naranja Mecánica” no hay ningún solo personaje que se salve o que represente algo positivo, todos están totalmente envueltos en un aura de represión social y política y de violencia de la que no pueden escapar por culpa del mundo en el que viven. Incluso muchos de aquellos que deberían de ser más compadecido, las víctimas de la banda de los drugos, acaban cayendo en esa espiral de odio y rencor es que les hace buscar la violencia en su forma más primaria. Y por eso, para mí, este es un libro totalmente descorazonador, en el que es imposible encontrar nada esperanzador para una humanidad que es aquí representada con sus colores más tenebrosos. Una de las anécdotas más famosas del libro es que en su primera edición americana se suprimió el último capítulo, el cual si fue publicado en la original inglesa.Stanley Kubrick manejo esa edición americana, y no supo de la existencia de ese capítulo final hasta que tenía muy avanzado el guion de su película. de ahí que el final de ambas versiones difiere bastante. Burgess siempre defendió su final, que tenía un tinte más positivo al dar la oportunidad de poder redimirse al protagonista. Pero para mí ese final no tiene nada de optimista ni de positivo. Alex no empieza a alejarse de la violencia porque sienta remordimientos, sino por puro y simple aburrimiento.Y el mismo da entender que si al final asienta la cabeza y forma una familia, la espiral de violencia y odio hacia la sociedad se extenderá por medio de su hijo y de sus posibles nietos. Y así, el mal que atenaza a la sociedad nunca acabará, solo se renovará. Pero al mismo tiempo, por eso me parece mucho más interesante que el final de la película, es más redondo, tiene más matices y da más para reflexionar. Con “La Naranja Mecánica” Anthony Burgess no solo realizo un trabajo atemporal, plagado de curiosidades como habéis podido ver (lo cual creo que es una de las señas de las grandes obras de la historia de la humanidad). Creó una obra que representa un futuro poco halagüeño para la humanidad , y compromete al lector al ponerle frente a cuestiones relacionadas con lo más profundo y enrevesado de la condición humana y de su libertad. La novela no puede dejar indiferente a nadie, incluso aunque el lector conozca de que va por la película. Es un libro que te hace sufrir, de difícil lectura por varios motivos. Pero a la vez, está escrito con una lucidez que destroza. Todo en él está muy bien manejado para arrastrar al lector a ese mundo futurista que nos propone el autor, donde poco hay de agradable. Las ideas filosóficas y dilemas morales entorno a los cuales pivota toda esta historia están tan finamente entretejidos a la trama que todo se convierte en un uno inseparable. de ahí que me haya dado tantísimo en lo que pensar. + Leer más |