Hamelin. La tortuga de Darwin

Juan Mayorga es uno de los valores sólidos del teatro español actual. Miembro del grupo de El Astillero, merecedor en cinco ocasiones del Premio Max, exprofesor en la RESAD y ahora vinculado a la Universidad Carlos III, Premio Nacional de Literatura Dramática por La lengua en pedazos (creada a partir de Libro de la vida de Santa Teresa de Jesús) y Premio Nacional de Teatro entre otros galardones, el académico de la RAE Juan Mayorga Ruano (Madrid, 1965) ha visto sus obras representadas en más de 30 países y traducidas a más de veinte idiomas. El destacado dramaturgo madrileño es un incansable investigador del uso de la palabra y concibe el teatro como la construcción de un mapa, porque elige unos signos frente a otros y desarrolla el tema recurrente de la fragilidad del ser humano, de unos seres vulnerables que aspiran a la dignidad, la libertad y la belleza, predominando el aspecto moral por encima del técnico. Sus personajes son de corte chejoviano con el peso del pasado y la insatisfacción del presente en los hombros.
Si en Hamelin, la investigación de un caso de pedofilia sacude los degenerados cimientos de la sociedad, en La tortuga de Darwin la tortuga Harriet reconstruye los dos últimos siglos en Europa desde el punto de vista de las víctimas de la historia. Las dos piezas son un desafío a la verdad absoluta imperante mediante un proceso de exploración llevado a cabo por los personajes, que cuestionan las formas convencionales del saber y el lenguaje que las plasma. Como dice el Acotador en Hamelin, “ésta es una obra sobre el lenguaje. Sobre cómo se forma y cómo enferma el lenguaje”.
El teatro de Mayorga es un teatro de ideas (no de tesis) donde la palabra toma la escena por encima de la acción, es un teatro que reivindica la memoria y que convierte en referencia ética y en vía de conocimiento el descubrimiento de la verdad escondida. Esa revisión del pasado conlleva una crítica del discurso dominante en el presente. El pasado amenaza la seguridad del presente, por eso Mayorga prefiere ejercitar la memoria para preservarla y evitar que sea transformada por los medios de comunicación o por los cronistas en una realidad paralela.
Esta edición de Emilio Peral Vega es la última de los dos citados textos del inquieto inconformista Juan Mayorga, pero no la definitiva, puesto que el dramaturgo suele reescribir frecuentemente sus textos, como se comprueba al cotejar esta edición con la anterior de Ñaque, superada por estas nuevas versiones.