"Amalia" de José Mármol es un novelón decimonónico en el mejor y el peor sentido. Es demasiado larga, farragosa y tediosa, llena de descripciones de un romanticismo caduco y trasnochado. La parte negativa de la obra es para mí la mejor. Mármol es brillante cuando tiene "mala leche": cuando describe a su odiado Rosas y su relación con su hija y su bufón es magnífico. Sin embargo, los larguísimos pasajes romántico-amorosos de Amalia- Eduardo son empalagosos para un lector actual y se caen de las manos. El capítulo IV de la primera parte que había leído en la antología de la narrativa del siglo XIX que comenté hace unos días fue lo que me incitó a leer la novela entera. Dicho capítulo nos presenta al dictador argentino Rosas entreteniéndose en humillar a su hija con el mulato tonto que, disfrazado de clérigo le sirve de diversión. Esta «diversión» consiste en obligar al repugnante mulato a besar con su grasienta boca a la delicada y dulce Manuela. Por desgracia, ese excelente capítulo que para mí es uno de los mejores de la larguísima novela, es excepcional. Hay algún otro tan brillante como ese (el que dedica a la malísima cuñada de Rosas doña María Josefa Ezcurra -el IX de la primera parte) pero son los menos.
Sería conveniente (aunque sea un sacrilegio para los puristas) una edición reducida y aliviada de los pasajes sobrantes (más de la mitad de la novela). Mármol nos “deleita” con unas parrafadas de romanticismo rancio y trasnochado que casi consigue que se caiga el libro de las manos (811 páginas en letra pequeña en mi edición). Extraigo una muestra: "Los ojos de esa mujer tenían un brillo astral, y su mirada era lánguida y amorosísima como el rayo de la cándida frente de la luna. Sus rizos, agitados suavemente por el pasajero soplo de la brisa, acariciaban su mejilla, pálida como la flor del aire cuando el sol la toca; y los encajes de su cuello, descubriéndolo furtivamente, dejaban ver el alabastro de una garganta que, lejos de esas horas primeras de la noche, habría parecido una de esas columnas del crepúsculo matutino, que se levantan, blancas y trasparentes como el mármol de Carrara, entre los estambres dorados del Oriente...” Así sigue varias páginas. No pudo conmigo (era la página 602). Tengo que acabarlo. Pienso que si sigue Don José Mármol así acabo diabético.
Al fin lo he acabado. Me juro a mi mismo que no volveré a perder el tiempo forzándome a leer libros que no me convencen. La vida es corta y hay demasiados libros interesantes por leer.
+ Leer más