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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Le había dicho que fuera a algún lugar seguro. Y para Sydney, durante la semana, seguro había dejado de ser un lugar y había pasado a ser una persona.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Le había dicho que fuera a algún lugar seguro. Y para Sydney, durante la semana, seguro había dejado de ser un lugar y había pasado a ser una persona.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Pensándolo así, ella no era esencial: sólo inmensamente práctica.
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El Archivo nº1/2 de V. E. Schwab
- ¿Es difícil? ¿mentir tanto? - Difícil no. Es fácil. Pero es solitario. - ¿Qué quiere decir eso? - Cuando mientes a todo el mundo acerca de todo. ¿Qué queda? - Nada. - Exacto. |
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La vida invisible de Addie Larue de V. E. Schwab
Soy incapaz de utilizar un bolígrafo o de narrar una historia. Soy incapaz de empuñar un arma o hacer que alguien me recuerde. Pero el arte... —dice con una sonrisa más sutil—. El arte tiene que ver con las ideas. Y las ideas son más indómitas que los recuerdos. Son como las malas hierbas, siempre encuentran la forma de desarrollarse.
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La vida invisible de Addie Larue de V. E. Schwab
Y la noche se torna pesada, pues primero se hace tarde y luego temprano.
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ExtraOrdinarios de V. E. Schwab
Siempre pensé que la muerte era el final de todo. Como una calle de sentido único. Sin vuelta atrás.
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Warm up de V. E. Schwab
The truth was, David had changed. He’d fallen so far, and the climb back up had been slow, agonizingly so—some days inching forward, others slipping back—but little by little, he’d fought his way back to the summit. He could see a life from here. Not his life, that was gone, but a life. It was time for a fresh start. |
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Gallant de V. E. Schwab
Una casa como está tiene demasiada historia, y la historia siempre va acompañada de fantasmas.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Había personas a las que era mejor no acercarse, personas que envenenaban todo lo que estaba a su alcance. Había personas con las que uno quería quedarse, capaces de persuadir a cualquiera y de resolver cualquier cosa. Y luego estaban aquellos con quienes convenía quedarse a su lado, porque eso significaba no estorbarles el camino.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Y quienes se alían con monstruos son, a su vez, poco menos que monstruos.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
(…) me gusta pensar que hay un lugar especial en el Infierno para las chicas que entregan a sus hermanas pequeñas a los lobos.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Tú recuérdame, y yo te recordaré, y así nunca seremos olvidados.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Y la necesidad, Victor lo había aprendido, podía ser tan poderosa como cualquier vínculo emocional. Lo emocional era neurótico, complicado, pero la necesidad podía ser simple, tan primigenia como el miedo o el dolor. La necesidad podía ser la base de la lealtad.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Sus ojos tenían una intensidad desenfocada, como si estuviera en otra parte y no le preocupara la jaula que lo rodeaba ni los monstruos que allí vivían.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Allí estaba otra vez, en su pecho, aquel extraño alboroto, como un deseo, polvoriento después de una década, pero allí estaba. Tal vez era un truco. Tal vez aquella sensación, aquel dolor simple y mortal, no provenía de él. O tal vez sí.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
(…) pasaba la mitad del tiempo deseando estar muerta, y la otra mitad, diciéndole a todo el mundo qué hacer y deseando que alguien no le hiciera caso.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
No, él prefería ver el mundo desde el punto de vista de la probabilidad, reconocer el rol del azar y asumir el control siempre que fuera posible. Pero incluso él tenía que admitir que, si en efecto existía el destino, estaba sonriéndole.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Pero aunque creía en esas palabras con una fe simple e inquebrantable, eso no significaba que la hicieran feliz.
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Una obsesión perversa de V. E. Schwab
Tú creías que, de alguna manera, nuestros poderes eran un reflejo de nuestra naturaleza. Dios jugando con espejos; pero te equivocaste. No se trata de Dios. Se trata de nosotros. De cómo pensamos. Del pensamiento que tiene la fuerza suficiente para mantenernos con vida. Para traernos de vuelta.
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¿Cuál fue la primera obra escrita en verso en lengua castellana?