El jardín de vidrio de Tatiana Tibuleac
¿Sabía ya entonces que mi cuerpo iba a alumbrar a una criatura enferma, como aquella niña cuya mano había querido apretar en medio de aquella historia odiosa? Pasaban los meses y comprendía que, de un orfanato pequeño, había acabado en uno grande. Y también en un grupo de chicas. Las mismas conversaciones, las mismas normas, la misma crueldad mezclada con el miedo y la envidia. Las chicas se habían convertido en mujeres. Les habían crecido los pechos, pero no los corazones.
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