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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
¿Quién les ha dicho que perdimos la guerra allí? La perdimos aquí, en casa. En la Unión Soviética.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Estuve ayudando al pueblo hermano de Afganistán. ¡Estoy convencido de ello! Los que estaban conmigo también eran chicos sinceros, honestos. Ellos creían que habían llegado a esa tierra para hacer el bien. No se veían a sí mismos como unos "guerreros erróneos" luchando en una "batalla errónea". Pero hay gente que quiere vernos como unos tontos ingenuos, como carne de cañón.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
No logro regresar al mundo normal. Vivir... Simplemente vivir... En esta vida me siento como apretujado. La adrenalina me revoluciona la sangre. Me falta la intensidad, el desdén hacia la vida. Empecé a enfermar... Los médicos me diagnosticaron, dijeron que tengo las arterias estrechas. Pero yo tengo mi propio diagnóstico, el afgano... Necesito más ritmo, ese ritmo con el que te lanzas al ataque. Necesito arriesgarme, defender.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
¿Qué es lo que busco en las Escrituras Sagradas? ¿Las preguntas o las respuestas? ¿Qué preguntas y qué respuestas? ¿Cuánto hay de humano en el ser humano? Unos creen que mucho, otros opinan que poco. Debajo de la fina capa de la cultura enseguida aparece la bestia.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Algo le ocurre al hombre durante la guerra: es la misma persona y a la vez es otra distinta. ¿Acaso en el colegio nos enseñaron lo de "No matarás"? No. [...] Ni una sola vez escuché que en la guerra no se pueda matar. Solo se juzga a los que matan en tiempos de paz, esos son asesinos, pero en la guerra a eso mismo lo llaman con otras palabras.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
A veces me paro a pensar... ¿Y si no hubiera ido a esa guerra? Habría sido feliz... No me habría decepcionado a mí mismo y no habría descubierto cosas de mí que era mejor no saber. Como decía Zaratustra, no solo tú miras al abismo, el abismo también te mira a ti...
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Afganistán ocurrió, pero ya se acabó. Uno no se va a pasar la vida rezando y arrepintiéndose... Quiero casarme... Quiero tener hijos... Cuanto antes nos callemos, mejor para todos. ¿Quién necesita esta verdad? ¡El ciudadano ejemplar, tal vez!... Para escupirnos al alma: "¡Qué canallas! ¿Ellos allí mataban, saqueaban y aquí les conceden privilegios?". Así que nos dejarán como los únicos culpables. Todo lo que vivimos nos lo tirarán por la borda. Yo quiero preservarlo, al menos para mí mismo.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Todos padecemos una especie de atrofia... Allí era la descompensación entre el peso y la altura... Aquí es la disonancia entre los sentimientos y la posibilidad de expresarnos, de desahogarnos con palabras o con actos. Aquí padecemos atrofia social.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Allí había gente de toda condición y pelaje. No piense que éramos todos iguales. Resulta que primero de nosotros no se decía nada, luego a todos nos pintaron de héroes, y ahora nos dejan por los suelos para acabar olvidándonos para siempre. Pero la realidad es que allí los había que eran capaces de cubrir con su cuerpo una mina para salvar a chavales que ni siquiera conocía, y también los había que se te acercaban pidiendo: "Haré lo que quiera, le lavaré la ropa, pero por favor no me mande a misiones de combate".
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
El pueblo no sabía nada. Les decían que luchábamos contra "bandidos". ¿En serio se creían que cien mil tropas regulares tardan nueve años en vencer a unos cuantos grupos aislados de "bandidos"?
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
El hombre no cambia en la guerra, el hombre cambia después de la guerra. Se transforma cuando mira lo que hay aquí con los mismos ojos con que miraba lo que había allí. Los primeros meses la visión es doble: estás a la vez allí y aquí.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Matar es fácil. Es sencillo. Yo creía que me desmayaría. La gente vuelve de la guerra, pero se desmayan en una sala de partos. La mujer no es una puerta por la que uno pueda entrar y salir. Hay dos mundos que han cambiado drásticamente mi vida: la guerra y la mujer. Me obligaron a pensar para qué yo, un repugnante trozo de carne, vine a esta tierra.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Pero ¿qué es el amor? La gente dice que ama según lo que se imaginan que es el amor, pero amar es un trabajo tremendo, sangriento, diario. ¿Si he amado? Le digo sinceramente: no lo sé. He experimentado ciertos sentimientos, se me ha elevado el ánimo, he hecho cierto trabajo puramente espiritual, en absoluto relacionado con esta vida de mierda, pero ¿eso es amor? A saber.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Así es nuestro sistema: te joden tanto en el ejército como en la vida civil. El sistema te atrapa, y en cuanto el engranaje te ha hincado un diente, acabarás descuartizado por muy bueno que seas, por muy bonitos que sean los sueños que tienes en el alma.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
De las cuatro paredes siempre apetece elegir la misma, la de la ventana.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Antes me temblaban los labios de emoción al pronunciar la palabra "Patria". Eso ha cambiado. Luchar por... ¿Por qué luchar? ¿Hemos combatido? Sí, hemos combatido. Y ya está. Tal vez hemos combatido por una causa, a saber. Aquí cada generación recibe su guerra. Los periódicos dirán que todo es correcto. Y será correcto. Al mismo tiempo ya empiezan a decir que somos unos asesinos. ¿A quién tenemos que hacerle caso? No lo sé. Yo ya no confío en nadie.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
El miedo es más humano que la valentía. Eso lo comprendí pronto. Sientes miedo y compasión, aunque solo sea por ti mismo... Miras a tu alrededor, empiezas a fijarte en la vida... Todo seguirá viviendo, pero tú desaparecerás. No es agradable pensar que yacerás, insignificante y pequeño, a miles de kilómetros de tu casa. El hombre es capaz de conquistar el cosmos, pero las personas se matan entre ellos exactamente igual que hace miles de años.
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Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Probablemente lo que yo estoy haciendo se parece a la labor de un historiador, soy una historiadora de lo etéreo. ¿Qué ocurre con los grandes acontecimientos? Quedan fijados en la Historia. En cambio, los pequeños, que sin embargo son importantes para el hombre pequeño, desaparecen sin dejar huella. [...] Eso es a lo que yo me dedico desesperadamente (libro tras libro): a disminuir la historia hasta que toma una dimensión humana.
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Gregorio Samsa es un ...