Cuántas veces, tú y yo, a la sombra de este árbol que nos estamos imaginando, hemos hablado de amor entre las líneas de un libro, de pasiones enfrentadas, de finales felices y cuentos de hadas.
Demasiadas, pienso yo. Menos de las necesarias, opinas tú. Pero en lo que los dos estamos de acuerdo, es que en este mundo, sin ningún límite más allá de la propia muerte, historias de amor hay tantas como personas dispuestas a vivirlas. Tantas como vidas que anhelan soñar con el romanticismo victoriano de novelas antiguas de amores prohibidos y pasiones desatadas. Todas ellas, no importa el contexto en el que escribamos o leamos estas páginas, nacidas de la memoria de Romeo y Julieta, crónica de amor por excelencia, que ha servido de base a todas aquellas novelas que tanto nos entusiasman.
Pero cuando hablamos de amor –y en esto tengo que darte la razón- nunca es demasiado. Todo nos parece poco, porque soñar con historias como las de los libros es algo que nos hace en distintos, libres, mejores.
Pero, al contrario de lo que te haya podido parecer, hoy te traigo una historia de amor diferente, de las que se cultivan día a día, hora tras hora, y que se rompen por el hilo más frágil que ambos se han empeñado en tensar en exceso, porque, como dijo Luis Miguel Alvarado: “cuando te enamoras no vuelves a ser la misma persona que eras antes, porque es en ese momento donde piezas a vivir la vida de verdad”.
Con su segunda novela, “Y no pregunto, afirmo” –auto publicada en 2021- su autora, Mónica de la O, nos deja muy clara una sobresaliente evolución en su estilo narrativo ofreciéndonos una nueva historia, fresca y de lectura ágil, en la que el sinfín de aventuras que sus protagonistas van a vivir nos van dejar sin aliento página tras página.
De nuevo narrada en forma de diario, esta novela es una cascada de emociones que recorremos a 150 km por hora, y que frena en seco en cada horquilla que encuentra, deleitándonos con momentos narrados de una forma tan deliciosa que la piel de nuestros brazos se eriza con cada caricia que la pareja protagonista se regala.
Esta novela nos ofrece –voy a dejar de usar la palabra historia, para utilizar la palabra viaje, que se ajusta mejor a lo que aquí estamos tratando- un viaje romántico desde la primera escena, en la que un encuentro fortuito en un hospital, va a marcar el futuro inmediato de sus dos… no… cuatro protagonistas, hasta el epílogo final, en el que el vivieron felices y comieron perdices quizás se queda corto para todo lo que vamos a encontrarnos entre sus páginas.
Entre muchas otras lecciones sobre la vida, el amor, la obligación y el deber que su autora refleja de forma elegante en este viaje, una de ellas llama poderosamente la atención a quienes estamos dispuestos a mirar un poco más allá del amor que surge entre Leo y Jorge. La desmitificación del endiosamiento que existe entre los músicos de hoy en día es un tema que Mónica de la O aborda de forma firme y contundente. El amor por su familia, la humildad y su sentido del humor, convierten a Jorge –nuestro protagonista masculino, cantante de profesión al nivel de Pablo López, Jorge Drexler o Pablo Alborán- en un moderno caballero blanco, con armadura de oro y diamantes, al que sólo hay una mujer dispuesta a rechazar.
Y es que, a pesar de la infinidad de aventuras y el torbellino de sentimientos que vivirán los protagonistas, Leo y Jorge, a lo largo de este viaje, las dudas, las inseguridades y los fantasmas que a ella la visitan cada noche, mientras duerme a solas, en su piso de Madrid, estarán a punto de dar al traste, demasiado pronto, con los sueños y esperanzas de una vida en común a la que Leo no está segura de poderse adaptar.
De nuevo, y heredado de su primera novela, aquí encontramos unos personajes perfectamente definidos, con sus fortalezas, debilidades, miedos e inseguridades muy marcadas, conducidos por una forma muy dinámica y elegante de narrar que nos va a mantener hechizados y en constante tensión desde la primera hasta la última página.
Última página en la que la carroza de calabaza recogerá a nuestra cenicienta particular para salvarla en el último momento del malvado hechicero que quería corromper su espíritu. Porque, al fin y al cabo, el final feliz de esta historia lo marcan la cantidad de muebles suecos que hay pendientes de montar.
Y de nuevo, mi agradecimiento a la autora, Mónica de la O, por regalarnos un viaje de optimismo, fuerza de voluntad y sentido del deber, en la que, por encima de todo, y aunque a Leo le costase entenderlo, con algún que otro importante disgusto de por medio, es el amor romántico y leal el único que debería comprometer nuestro presente y nuestro futuro.
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