Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda Franco
Un corazón es un refugio. Un refugio breve en el que la música baila. |
Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda Franco
Un corazón es un refugio. Un refugio breve en el que la música baila. |
Chamanes eléctricos en la fiesta del sol de Mónica Ojeda Franco
Contó que, cuando empezó a ponerse el sol, el bosque se volvió amarillo, después rojo y después azul, y que ella se puso a gritar porque él no le contestaba y hacía mucho frío. Dijo que sintió miedo, que la noche llegó con una tormenta y que ni aun así su padre reaccionó.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
Entonces sus manos empezaron a temblar y los temblores le recordaron que el mundo era un sitio horrible donde abandonar el cuerpo.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
La muerte esculpe nuestros cuerpos a su forma esencial y luego nos deja solos.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
«Es esto lo que nos mata», le dije una noche. «Esta manera tan absurda que tenemos de resistir».
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
El mundo estaba lleno de cosas terribles que podían dejar de verse si cerraban los ojos, pero los oídos no tenían párpados.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
Fue mi padre el primero en enseñarme que Dios es tan peligroso y profundo como un bosque.
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Mandíbula de Mónica Ojeda Franco
Cuando la idea del bien y el mal desaparece, lo único que queda es la naturaleza y su violencia.
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Mandíbula de Mónica Ojeda Franco
"A nadie le gusta contarlo, Becerra, pero el sistema educativo está hecho para domadores de leones, no para maestros"
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Mandíbula de Mónica Ojeda Franco
Pero Clara, la hija-becerra, no se consideraba nihilista, sino una mujer del trópico con creencias flexibles y certezas plurales, como los políticos -o como aquellas personas con baja autoestima que nunca estaban del todo seguras de lo que pensaban-, y a lo único que oponía una real resistencia era a las creencias de la madre.
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Mandíbula de Mónica Ojeda Franco
"No me gusta escucharme. Me asusta", le confesó a Fernanda. "A mí no me asusta, pero no tengo nada que decirme y me aburro", comentó Fiorella. "Yo, en cambio, tengo cosas terribles que decirme y me las digo", dijo Annelise con la intención de animar a su amiga.
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Mandíbula de Mónica Ojeda Franco
Preferían los golpes y los cortes. Las humillaciones. Los pequeños peligros que al menos las dejaban dormir. |
Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
¿Puede un huevo romperse dentro de una gallina?. Y él no supo qué responderme.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
En que el hecho de que lo disimulen para no herir mis sentimientos hiere mis sentimientos.
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Mandíbula de Mónica Ojeda Franco
Lo desconocido, decía, obviamente es siempre terrorífico, pero lo horrible, lo que en verdad nos petrifica los órganos, es lo que conocemos a medias; lo que tenemos cerca y, a pesar de ello, somos incapaces de entender.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
Estas palabras poseen el tamaño de mi respiración. Un conjuro que hace revivir a un muerto exige una escritura cardíaca: palabras que salgan del cuerpo para entrar en otro y transformarlo.
La magia es una encarnación: un canto que une el mundo de arriba y el mundo de abajo para renacer a Gabriela.
Estas palabras son la simiente.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
A pesar de eso la amamos y el amor tiene su propia forma de conocer, ¿entiende? Yo amo su pelaje como si fuera un cabello. Amo su naturaleza.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
A veces, en medio de los ronquidos y de los golpes, Bárbara oía cosas indescriptibles que le contaban, sin palabras, que le había tocado lo peor de la familia: la verdad, la cara deforme de la sangre.
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Mandíbula de Mónica Ojeda Franco
Se hablaba a sí misma porque quería y, aunque no era parte de su terapia, había descubierto que existía alguien más malediciente habitándola y compartiendo sus pensamientos; una chica que era ella y, a la vez, no.
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Las voladoras de Mónica Ojeda Franco
Esta escritura es un conjuro entretejido en lo más profundo de la tierra.
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