Primo Levi

Pocos son los países que pueden garantizar su inmunidad a una futura marea de violencia, engendrada por la intolerancia, por la libido de poder, por razones económicas, por el fanatismo religioso o político o por los conflictos raciales. Es necesario, por consiguiente, afinar nuestros sentidos, desconfiar de los profetas, de quienes dicen y escriben "grandes palabras" que no se apoyen en buenas razones.

Si comprender es imposible , conocer es necesario

No habíamos experimentado ningún gozo, sino pena, viendo a Viena deshecha y a los alemanes doblegados; no compasión sino una pena más profunda que se confundía con nuestra propia miseria, con la sensación pesada, inminente, de un mal irreparable y definitivo, omnipresente, anidado como una gangrena en las viscera de Europa y del mundo, simiente de futuros males.

Aquellos súbditos, buenos ejecutores de todas las órdenes, buenos instrumentos del poder, no poseían por sí mismos ni una parcela de poder. Estaban vacíos e inertes, como las hojas muertas que el viento acumula en las esquinas resguardadas: no habían buscado su salvación en la huida.

Hace tiempo que quería leer algo de Primo Levi y como amante de las lecturas relacionadas con la segunda guerra mundial me apetecía conocer su testimonio de una manera más ligera, así que decidí comenzar a leerlo con este libro en el que encontraremos diez relatos y dos poemas, todos ellos relacionados con su experiencia, sus vivencias, incluso relacionados con su profesión, la química.
En estos relatos encontramos todo tipo de temas como los experimentos que tuvieron lugar en muchos campos de concentración, y que está muy bien explicado, encontramos historias ficticias, y otras que nos explican como al callar lo sucedido te haces cómplice del dolor.
Destaco la narración del autor, ya que me parece real, sutil y sin entrar en demasiados detalles. Por último resaltar la manera en que nos transmite lo que sentían las victimas de estos hechos, dolor, rabia pero sobre todo curiosidad.
Seguiré leyendo los maravillosos testimonios de Primo Levi.

-Hace años le escribí una carta: le decía que si Hitler consiguió el poder, devastó Europa y llevó a Alemania a la ruina fue porque muchos buenos ciudadanos alemanes se comportaron como él, intentaron no mirar y callaron cuando vieron.

Empieza un día como todos los días, de tal manera largo que no se puede razonablemente concebir su fin, tanto frío, tanta hambre, tanto cansancio nos separan de él: por lo cual, lo mejor es concentrar la atención y el deseo en el trozo de pan gris, que es pequeño, pero que dentro de una hora será nuestro y durante cinco minutos, hasta que lo hayamos devorado, constituirá todo cuanto la ley de este sitio nos consiente poseer.

La muerte empieza por los zapatos: se han convertido, para la mayoría de nosotros, en auténticos instrumentos de tortura que, después de las largas horas de marcha, ocasionan dolorosas heridas las cuales fatalmente se infectan.

En la mayoría de los casos, la hora de la liberación no ha sido alegre ni despreocupada: estallaba sobre un fondo trágico de destrucción, matanza y sufrimiento.

Lo que sí se puede y se debe lanzar al pueblo alemán es la acusación de cobardía: los alemanes podrían haber sabido mucho más sobre el exterminio si hubieran querido, si los pocos que lo sabían hubieran tenido valor para hablar; pero esto no sucedió. Los que sabían callaban, los que no sabían tenían miedo de hacer preguntas: ojos, oídos y bocas permanecían cerrados.

Habíamos decidido reunirnos los italianos todos los domingos en un rincón del Lager: pero pronto lo hemos dejado de hacer porque era demasiado triste encontarnos y ver que cada vez éramos menos, y más deformes, y más escuálidos. Y era tan cansado andar aquel corto camino: y además, al encontrarnos, recordábamos y pensábamos, y mejor era no hacerlo