La tregua de Primo Levi
Aquellos súbditos, buenos ejecutores de todas las órdenes, buenos instrumentos del poder, no poseían por sí mismos ni una parcela de poder. Estaban vacíos e inertes, como las hojas muertas que el viento acumula en las esquinas resguardadas: no habían buscado su salvación en la huida.
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