Última lectura elegida para el club de literatura japonesa del que formo parte. En esta ocasión se trata de un autor que no había leído previamente y que tan solo llegó a alcanzar fama póstuma como poeta y escritor de libros infantiles. Creo que sus textos no se leen demasiado por estos lares a pesar de que Satori está publicando varias de sus obras y en ellas es fácil ver un claro referente para las películas del Studio Ghibli. El caso es que me aproximé a la lectura con cero expectativas porque no sabía nada de su autor y creo que fue lo mejor que pude hacer. La primera sorpresa fue descubrir que el volumen tiene otras dos historias además de la que da título al libro: “Gauche, el violoncelista” y “Matasaburo, el dios del viento”. En la primera de ellas veremos como Gauche, que forma parte de una orquesta que toca durante proyecciones de cine mudo, mejorará su forma de tocar gracias a la ayuda de múltiples animales que le visitan por la noche, desde un gato hasta un cuco, transmitiendo la idea de la música como herramienta sanadora. En cuanto al segundo relato, está protagonizado por los niños de un colegio al que llega un nuevo alumno. Serán múltiples las andanzas que vivan junto al nuevo compañero al que apodan Matasaburo porque el viento parece estar acorde a su estado de ánimo, y lo mismo que llegó un día con un fuerte viento, se marchará acompañado de un vendaval. Por último nos encontramos con “El tren nocturno de la vía láctea”, historia protagonizada por el joven Giovanni, que ha de hacerse cargo de su familia mientras su padre está fuera trabajando y por ello sus compañeros de clase se ríen de él, todos excepto Campanella, el único al que Giovanni puede considerar un amigo. La noche de la festividad de Tanabata, el joven se verá sumergido por una ensoñación en un viaje en tren por la vía láctea, lo cual supondrá también una especie de camino para la aceptación de algunas circunstancias de la vida que son difíciles de asumir. Hay en Miyazawa un halo mágico en el que se entremezclan realidad y ficción con la misma naturalidad que lo hacen las películas de Ghibli, y es justo ese punto el que supuso disensión entre los miembros del club, porque para entrar a ese mundo hay que aceptar la suspensión de lo real y no siempre es fácil, pero a mí en estos casos no me suele costar, de modo que disfruté mucho con la lectura y, sin duda, buscaré otras obras del autor. + Leer más |