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El Tren nocturno de la Vía Láctea de Kenji Miyazawa
La ribera más lejana de la Vía Láctea también brillaba con un fulgor vaporoso y pálido. De vez en cuando, su color plateado se tornaba tenue como si una bocanada de aliento lo hubiera empañado, justo como ocurre cuando el viento mece las gramíneas y hace que parezcan un manto de neblina. Las incontables gencianas, a veces escondidas, otras veces asomándose por entre la hierba, parecían delicados fuegos fatuos.
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