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El baile de Irčne Némirovsky
por primera vez en la vida lloraba así, sin muecas, ni hipos, silenciosamente, como una mujer…
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Calificación promedio: 5 (sobre 250 calificaciones)
/Irène Némirovsky: Marginalidad y creatividad novelística en tiempo de guerra | Sesión 2 | El ensimismamiento y la toma profunda de conciencia: El vino de la soledad | Francisco Prieto
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El baile de Irčne Némirovsky
por primera vez en la vida lloraba así, sin muecas, ni hipos, silenciosamente, como una mujer…
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El vino de la soledad de Irčne Némirovsky
Pero le gustaban los libros y el estudio, como a otros el vino, porque ayuda a olvidar. żQué otra cosa conocía?
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Nieve en otońo de Irčne Némirovsky
Cuando los hijos crecen, sólo puedes cruzarte de brazos y dejar que la vida proceda. Pero a fe que sigues preocupándote, bregando, discurriendo...
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El ardor de la sangre de Irčne Némirovsky
Las personas mienten, pero las flores, los libros, los retratos, las lámparas, la suave pátina que el uso deposita en todos los objetos, son más sinceros que los rostros.
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Nieve en otońo de Irčne Némirovsky
Empezaba a gustarles aquella ciudad y sus habitantes. En las calles, en cuanto el sol asomaba, se olvidaba uno de todas las penas y el alma se aligeraba, sin saber por qué.
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El baile de Irčne Némirovsky
Pero naturalmente, tu padre tiene razón, sobre todo debes callar. Una nińa debe hablar lo menos posible con los mayores.
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Un nińo prodigio de Irčne Némirovsky
Un instinto especial parecía asesorarle sobre qué debía decir y qué debía hacer, cuáles eran las palabras aprendidas en el barrio judío que no debía repetir o, por el contrario, qué gestos de la princesa, en la mesa o en otras circunstancias de la vida, le convenía imitar. Era algo que le resultaba fácil porque poseía ese don inestimable de la naturalidad que, por lo general, les es concedido a los nińos muy pequeńos.
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Suite francesa de Irčne Némirovsky
El día había sido espléndido. La luz del atardecer iluminaba suavemente los frondosos castańos, y Albert, un minino corriente de color gris que pertenecía a los nińos, presa de una alegría frenética, rodaba por la alfombra, saltaba a la chimenea, mordisqueaba la punta de una peonía del jarrón oscuro colocado en una consola y delicadamente adornado con una boca de dragón grabada.
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El malentendido de Irčne Némirovsky
El lazo conyugal se aflojaba poco a poco, como un nudo hecho con dos cuerdas diferentes que han ido desgastándose con el tiempo. Su desánimo se parecía un poco a la debilidad que nos atenaza en los sueńos, cuando, por ejemplo, vemos tranquilamente arder nuestra casa, como si no nos perteneciera.
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Lleva un nombre femenino que se ha convertido en símbolo de la adolescencia y la picardía