Madame Bovary de Gustave Flaubert
No hay que tocar a los ídolos; su dorado se nos queda en las manos
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
No hay que tocar a los ídolos; su dorado se nos queda en las manos
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
No importa!, no era feliz, no lo había sido nunca. ¿De dónde venía aquella insatisfacción de la vida, aquella instantánea corrupción de las cosas en las que se apoyaba?
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
de todas las borrascas que caen sobre el amor, ninguna lo enfría y lo desarraiga tanto como las peticiones de dinero.
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
Emma trataba de saber lo que significaban justamente en la vida las palabras ; felicidad, pasión, embriaguez, que tan hermosas le habían parecido en los libros
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
Necesitaba sacar de las cosas una especie de provecho personal; y rechazaba como inútil todo lo que no contribuía al consuelo inmediato de su corazón,
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Tres cuentos de Gustave Flaubert
En cuanto a los dogmas, no los comprendía ni trataba de comprenderlos. El cura hablaba, los niños recitaban y ella terminaba durmiéndose; y se despertaba de pronto cuando al salir los otros hacían resonar las losas con los zuecos.
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
El amor fue apagándose por la ausencia, la costumbre ahogó la añoranza; y aquel fulgor de incendio que teñía de púrpura su cielo pálido se cubrió de sombras y esfumó paulatinamente
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
Era tal la indiferencia con que consideraba ahora cuanto había a su alrededor, y tenía a un mismo tiempo palabras tan afectuosas, miradas tan altivas y modales tan variados, que ya no era posible distinguir el egoísmo de la caridad, ni la corrupción de la virtud.
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
En su deseo se confundían las sensualidades del lujo con las alegrías del corazón, la elegancia de las costumbres con las delicadezas del sentimiento...
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
Pero un infinito de pasiones cabe en un minuto, como una multitud en un espacio pequeño.
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Madame Bovary de Gustave Flaubert
Porque unos labios libertinos o venales le hubieran susurrado frases por el estilo, ahora apenas era capaz de apreciar el candor de las de Emma. Habría que erradicar, pensaba, los discursos exagerados que, a fin de cuentas, sólo sirven para encubrir afectos mediocres. Como si la plenitud del alma no se desbordara a veces en metáforas de lo más vanas, ya que nadie puede dar nunca la exacta medida de sus necesidades, conceptos o dolores, siendo como es la palabra humana semejante a un caldero cascado a cuyos sones hacemos bailar a los osos cuando pretendíamos conmover a las estrellas.
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¿Quién escribió la saga?