Fierro de Francisco Narla
Aquí cada cual ha calentado siempre su sopa y por eso esta condenada guerra no acaba nunca, porque, en lugar de pelear todos contra el moro, cada quien mira por su ombligo.
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Fierro de Francisco Narla
Aquí cada cual ha calentado siempre su sopa y por eso esta condenada guerra no acaba nunca, porque, en lugar de pelear todos contra el moro, cada quien mira por su ombligo.
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Fierro de Francisco Narla
A eso se habían dedicado. A jugarse el pescuezo por delante de las mesnadas para informar de los mejores lugares para acampar, de los vados en los ríos, de los campos de abastecida. Atajadores. De entre todos los hombres de las milicias y fonsados, los más locos; o los más valientes. Los que se echaban a territorio enemigo a pecho descubierto para que reyes y obispos, con sus nobles culos bien a salvo en la retaguardia, decidieran cómo jugarse la vida de los hombres que luchaban en su nombre.
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Fierro de Francisco Narla
En la frontera no se preguntaba, las respuestas tenían la maldita costumbre de ser tajos de un palmo que aireaban las tripas. Era un pedazo indeciso de tierra maldita. Un erial dejado de la mano de Dios donde se condenaban los que no tenían otra elección: la frontera o el infierno. Allí acababan los desahuciados, los ilusos, los que escapaban de la horca y un puñado de malnacidos que, en lugar de ganárselo, robaban el pan. En la frontera se refugiaban los desechos de aquella guerra interminable. Y él era uno de ellos. |
Fierro de Francisco Narla
Resolvió que no había por qué inquietarse. Al fin y al cabo, él ya estaba muerto para los suyos. Y se equivocó. Su pasado cabalgaba hacia él. Con la espada al cinto. Escupiendo maldiciones. |
Fierro de Francisco Narla
No era el más valiente. Tampoco el más espabilado. Todos esos ya estaban muertos. Él los había conocido.
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Fierro de Francisco Narla
Lo llamaban Fierro. Y mentían. Su verdadero nombre era agua pasada, Y allí el pasado se pagaba caro.
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Donde aúllan las colinas de Francisco Narla
Y sabía que, allá donde fuera, Roma llevaría con ella aquel calamitoso equipaje. La Loba era una plaga que se extendía, de un rincón al otro del mundo, consumiendo hasta el último grano, bebiendo hasta la última gota. Acabando con todo.
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Donde aúllan las colinas de Francisco Narla
El joven exponía sus argumentos con tino. Agrandaba las querellas que afectaban a sus posibles detractores. Ponía el acento allá donde le serviría para favorecerse en el futuro. Relajaba aquellas habladurías que en nada le beneficiaban. Tergiversaba la verdad según su conveniencia, bien abrigado en la confianza que había cultivado en los ánimos de su tío.
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Donde aúllan las colinas de Francisco Narla
Era la leyenda del mal hecha carne. Urco. El can negro. Tenebroso como la noche, cargado con cadenas herrumbrosas que arrastraban lamentos y aterrorizaban a los hombres. Era el monstruo que surgía de las tempestades del océano para esparcir la muerte. Era la bestia en la que habían sembrado la sed de la venganza.
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Donde aúllan las colinas de Francisco Narla
La República es un sueño maravilloso -dijo el señor de Roma-, pero los sueños de los hombres suelen arruinarse con los hechos de los hombres.
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Donde aúllan las colinas de Francisco Narla
La codicia es siempre la furcia con más clientes del burdel
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Donde aúllan las colinas de Francisco Narla
Y corrió hacia la lobera. Casi tan rápido como el ocaso que encharcaba el horizonte, porque aquel rastro solo podía significar una cosa: muerte.
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Laín de Francisco Narla
Las buenas mujeres y las buenas historias. Y, pese a ello, nunca dejé de buscarlas; ni a las unas ni a las otras. |
Laín de Francisco Narla
Trovador, y también algo más. Lo reconozco. Hechizado por los dados, rufián de medio pelo, vividor de ilusiones, enamorado del vino, soñador de historias, deudor de cualquiera, ladrón a veces, nunca santo, espabilado siempre y, más que nada, ofuscado por las faldas que se deslizan rápido por piernas impacientes. |
Caja negra de Francisco Narla
Al ver algunas citas, ya escritas en un castellano que no le sonó arcaico, recordó que sus psicofonía estaban en su mismo idioma. Sabía bien que Raudive había grabado inclusiones en distintas lenguas. Sin embargo, teniendo en cuenta que también se hablaba, y había hablado en la zona, el llamado gallego, una variante romance del latín plagada de celtismos, no pudo evitar preguntarse en qué idioma se suponía que debían haberse grabado las psicofonías o si este le podía ayudar a determinar un intervalo histórico. No estaba seguro de si era razonable esperar que los muertos se expresasen en el idioma que habían hablado en vida.
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Ronin de Francisco Narla
Dámaso escuchó […] una larga e increíble historia. Un relato bregado en el honor de unos pocos, apenas un puñado cuyas almas se habían forjado para moldear la historia de su país. Comprendió, sintiéndose azorado, cómo, entre aquellos elegidos, uno, el mejor de ellos, había sido escogido para sacrificarse en un acto de nobleza sin parangón, una gesta que hacia empalidecer las mayores glorias de toda la Real Armada en las Azores.
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¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?