Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
su única aportación al mundo era el dióxido de carbono que exhalaba con cada respiración.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
su única aportación al mundo era el dióxido de carbono que exhalaba con cada respiración.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
¿Ya vieron? ¿La luz que brilla a lo lejos? ¿La lucecita aquella que parece una estrella? Para allá tienen que irse, les explicó; para allá está la salida de este agujero.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
(...) y por pendeja, por creer que los hombres van a ayudarte pero a la mera hora es una la que tiene que partirse la madre para sacárselos de adentro, y partirse la madre para cuidarlos, y partirse la madre para mantenerlos, mientras el cabrón de tu marido se va de pedo y se aparece cuando se le hincha la gana.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
Fue muchas semanas más tarde cuando la Chica se apersonó una mañana en las calles de Villa, vestida de negro por completo, negras las medias y negros los vellos de sus piernas, y negra la blusa de manga larga, y la falda y los zapatos de tacón y el velo que se había prendido con pasadores al chongo que recogía sus largos y oscuros cabellos en lo alto de la coronilla (...)
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Falsa Liebre de Fernanda Melchor
Había demasiados muertos en el mundo: la tierra bajo sus pies estaba llena de ellos y juntos eran más numerosos que todos los vivos.
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Aquí no es Miami de Fernanda Melchor
Aquí el lector no hallará ficción ni fantasía, sólo historias que pudieron ocurrir en cualquier parte pero que, quién sabe por qué destino inexorable, no pudieron sino nacer en este sitio.
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Páradais de Fernanda Melchor
sinceramente había pensado que todo era pura guasa del marrano, puro cotorreo, puro parloteo de borracho para llenar el aire de la noche con algo más que el humo de los cigarros que fumaban mientras bebían; el que iba a pensar que el gordo hablaba en serio, si lo único que quería era llegar a casa lo más tarde posible.
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Páradais de Fernanda Melchor
No trabajaba, no estudiaba, no movía un solo dedo para forjarse un futuro porque tarde o temprano sus abuelos le comprarían uno, costara lo que costara
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
la hora en que las mujeres se sientan a contar historias mientras vigilan con más atención el cielo
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
Una cosa espantosa, dijo la gente, porque cuando los chamaquitos esos la encontraron el cuerpo ya estaba todo infladoy los ojos se le habían salido y los animales le comieron parte de la cara y parecía que la pobre loca sonreía, espantoso, pues, una putada, carajo, si ella en el fondo era bien buena y siempre las estaba ayudando y no les cobraba nada ni les pedía nada a cambio más que un poquito de compañía.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
(…) y lo oscuro no dura pa’ siempre. ¿Ya vieron? ¿La luz que brilla a lo lejos? ¿La lucecita aquella que parece una estrella? Para allá tienen que irse, les explicó; para allá está la salida de este agujero.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
Había que calmarlos primero, hacerles ver que no había razón alguna para tener miedo, que el sufrimiento de la vida ya había concluido y que la oscuridad no tardaría en disiparse.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
(…) cuando lo único que el viejo había querido explicarle era la necesidad de hablarle a los cadáveres mientras los enterraba, coño; porque en su experiencia las cosas salían mejor de esa manera; porque los muertos sentían que una voz se dirigía a ellos, que les explicaba las cosas y se consolaban un poco y dejaban de chingar a los vivos.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
¿Por qué mejor no los entierra parados?, sugirió el güero, arrojando la colilla al fondo de la fosa. El pendejo lo decía en broma, pero el Abuelo sabía que aquello nunca funcionaba. Daban mucha guerra si no estaban acostaditos, bien acomodados el uno sobre el otro. Ellos mismos se sentían incómodos y se removían y la gente no podía olvidarlos y ellos se quedaban atrapados en este mundo y luego andaban haciendo desfiguros, dando tumbos por entre las sepulturas, espantando a la gente.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
(…) que no hay tesoro ahí dentro, que no hay oro ni plata ni diamantes ni nada más que un dolor punzante que se niega a disolverse.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
Que respeten el silencio muerto de aquella casa, el dolor de las desgraciadas que ahí vivieron
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
Dicen que el calor está volviendo loca a la gente, que cómo es posible que a estas alturas de mayo no haya llovido una sola gota. Que la temporada de huracanes se viene fuerte. Que las malas vibras son las culpables de tanta desgracia: decapitados, descuartizados, encobijados, embolsados que aparecen en los recodos de los caminos o en fosas cavadas con prisa en los terrenos que rodean las comunidades.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
Dicen que en realidad nunca murió, porque las brujas nunca mueren tan fácil. Dicen que en el último momento, (…), ella alcanzó a lanzar un conjuro para convertirse en otra cosa: en un lagarto o un conejo que corrió a refugiarse a lo más profundo del monte.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
(…) en aquella oscuridad que a cada minuto se iba haciendo más densa y engullía los colores a su alrededor, convirtiendo las copas de los árboles y las matas de los cañaverales y el lienzo de la noche en una única y sólida mole de esquisto en la que brillaban, como diminutos carbunclos, los focos que colgaban sobre las puertas de las casas del pueblo, allá a la distancia.
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Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
(…) sentía que el cariño que él decía sentir por ella era una cosa frágil que cualquier vientecillo podría arrancarles de las manos en cualquier segundo (…)
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Gregorio Samsa es un ...