Temporada de huracanes de Fernanda Melchor
(…) en aquella oscuridad que a cada minuto se iba haciendo más densa y engullía los colores a su alrededor, convirtiendo las copas de los árboles y las matas de los cañaverales y el lienzo de la noche en una única y sólida mole de esquisto en la que brillaban, como diminutos carbunclos, los focos que colgaban sobre las puertas de las casas del pueblo, allá a la distancia.
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