El poeta y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, asume su condición de “viudo doliente”, agradece el calor popular tras la muerte de su esposa, Almudena Grandes, y escribe poemas para curar su duelo.
García Montero apuesta por reforzar los lazos familiares con sus hijos, un expreso deseo de Almudena Grandes. Cree que la ausencia de la escritora tiene que servir como un motivo de unión entre ellos. "En el famoso poema de Bécquer que dice: 'qué solos se quedan los muertos', yo también me fijo en la gente que anda entre las tumbas creyéndose viva y en realidad es un muerto viviente".
Se levanta cada mañana comprometido con Mauro, Irene y Elisa. Y en su relación con Almudena, la resistencia siempre fue un factor importante. Recuerda sonriendo bromas, viajes, enfados y anécdotas varias de 30 años de convivencia. "Teníamos razones porque hoy el cáncer se vence y me gusta insistir en que hay que enfrentrarse a la enfermedad con esperanza", asegura. Echó en falta a instituciones en el adiós a Grandes. "No me asusta la viudez, me hace feliz que se relacione la mejor parte de mi vida con Almudena".
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