"Pequeña mía, no sabes nada de la vida y vuelas como una mariposa sobre un fuego brillante" Después de una época estival de lo más tormentosa, inmersa en lluvias inusuales, septiembre transcurre con un abrazo cálido a todos los veraneantes de la costa del Mar Negro. La princesa Vera se encuentra en su segunda residencia y decide celebrar el día de su santo antes de regresar a la ciudad. Esa misma noche recibe un brazalete de granates con una nota de un hombre que le habla de un amor sincero y apasionado. En el remitente del paquete, rezan las mismas iniciales que las de las cartas que llevan años haciéndole llegar para transmitirle este sentimiento, a pesar de que la princesa nunca ha respondido ni ha hecho nada por saber de quién se trataba, ni antes ni ahora que está casada. Aleksandr Kuprín consigue llevarnos a los lectores hasta Rusia y sentarnos cerca de los protagonistas de la fiesta. En especial, una de las historia que el abuelo de Vera le cuenta a ella es la que realmente dan valor a la trama y nos hacen reflexionar sobre el amor romántico. A partir de esta experiencia todo cobra sentido y el Largo Appassionato de Beethoven tendrá una gran relevancia en el relato. Creí que se trataría de un pedazo de cuento de fantasía, y nada más y nada menos es todo un clásico súper importante en la literatura rusa, una oda al amor, una tragedia romántica con una profunda reflexión, un canto desesperado por encontrar respuestas a una vida vacía y superficial donde la rutina y las costumbres no dejan entrar la luz de la verdadera felicidad emocional, un tributo filosófico a la música de Beethoven. Me he topado con un gran libro, a pesar de su tamaño tan pequeñito, y un autor de la talla de Chéjov. Vaya sorpresa, una joya de verdad. Una historia cortita, con grandes e interesantes mensajes, y con un final que hace que te vibren todas las entrañas, el vello de punta. Soy de leer en silencio, esta vez no pude, me dejé llevar. + Leer más |