No era más que una mujer de clase trabajadora con un vestido bonito. Hasta que creyó en sí misma. Entonces no importó el vestido que llevaba puesto.
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No era más que una mujer de clase trabajadora con un vestido bonito. Hasta que creyó en sí misma. Entonces no importó el vestido que llevaba puesto.
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Shawn tenía más poder sobre mí del que era capaz de imaginar. Me había proporcionado una definición de mí misma, y no existe un poder mayor que ese.
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—Creía que de todos mis hijos tú serías la única que se iría de casa en un arrebato. Lo de Tyler fue una sorpresa; no me lo esperaba de él, sino de ti. No te quedes. Vete. No permitas que nada te detenga.
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Tendría el cariño de mi madre, pero se impondrían condiciones, las mismas que me habían ofrecido tres años antes: que cambiara mi realidad por la suya, que cogiera mi intelecto y lo enterrara para que se pudriera en la tierra.
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La distancia —física y mental— recorrida en los últimos diez años casi me dejó sin respiración y me pregunté si quizá no habría cambiado demasiado. Los estudios, las lecturas, la reflexión, los viajes, ¿no me habría transformado todo eso en una persona que ya no pertenecía a ningún sitio? Me acordé de la niña que, sin conocer nada más allá de su desguace y su montaña, se había quedado con la vista clavada a una pantalla contemplando cómo dos aviones se estrellaban contra unas extrañas columnas blancas. Su aula era un montón de chatarra. Sus libros de texto, pizarras de desecho. Y aun así ella poseía algo valioso que yo —a pesar de todas las oportunidades de la que disponía, o quizá debido a ellas— no tenía.
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La ropa no conseguiría arreglar lo que fallaba en mí. Algo se había corrompido en el interior y el hedor era tan fuerte, el núcleo se había enranciado de tal modo, que unas simples vendas no lograrían taparlo.
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Al parecer me había dicho: «Primero descubre de qué eres capaz y luego decide quién eres».
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En cierto modo ese mundo recordado era más nítido que el mundo físico que habitaba, y yo me movía entre los dos.
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«Es extraño que des a tus seres queridos tanto poder sobre ti», había escrito en mi diario. No obstante, Shawn tenía más poder sobre mí del que era capaz de imaginar. Me había proporcionado una definición de mí misma, y no existe un poder mayor que ese.
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Había enfilado el camino de la concienciación, había percibido algo elemental en mi hermano, en mi padre y en mí misma. Me había percatado de cómo nos había esculpido una tradición que nos venía dada, una tradición que ignorábamos a propósito o sin querer. Empezaba a comprender que habíamos prestado nuestra voz a un discurso cuyo único objetivo era deshumanizar y dar un trato brutal a otras personas, porque alimentar ese discurso era más fácil, porque retener el poder siempre parece la opción ganadora.
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La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...