Si es la voluntad del Señor, es que la raza de Manfred debe perecer, resígnese, príncipe, a sus decretos.
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Si es la voluntad del Señor, es que la raza de Manfred debe perecer, resígnese, príncipe, a sus decretos.
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Si el amor nivela los rangos, también los eleva: yo respeto a un joven que está enamorado.
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Sé muy bien que la adoración con que contemplo ese retrato no es común, pero no estoy enamorada de un lienzo pintado. El carácter de ese príncipe virtuoso, la veneración por su memoria que me ha inspirado mi madre, las oraciones que hemos rezado juntas -no sé por qué- ante su tumba, todas estas cosas me han convencido de que, de una manera u otra, mi destino está ligado a algo relacionado con él.
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Los avatares de su destino habían cubierto de asperezas su carácter, que era normalmente humano, y sus virtudes estaban prontas a operar siempre que las pasiones no nublasen su razón.
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¡Él, para mí, es más importante que mis propios hijos!
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Lo tocó, examinó el casco fatídico; ni siquiera los restos sanguinolentos y destrozados del joven príncipe podían desviar los ojos de Manfred del portento que lo enfrentaba.
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El castillo de Otranto debía dejar de pertenecer a esa familia cuando su verdaderos propietario se volviera demasiado grande para habitarlo.
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Es un cuerpo creado a partir de la unión de distintas partes de cadáveres diseccionados, escrito por Mary Shelley a partir del reto literario de Lord Byron.