Ella no sabe nada acerca de sus terribles deseos, y no quería otra cosa que no fuera ponerla a usted sobre aviso. Ya vio usted con qué mansedumbre, con qué amor, la princesa escuchó y después se negó a seguir escudando hasta qué punto era grande la culpa de su señor. Estoy seguro de que muere por abrazarlo y brindarle la seguridad de su regazo.
|