El castillo de Otranto de Horace Walpole
Lo tocó, examinó el casco fatídico; ni siquiera los restos sanguinolentos y destrozados del joven príncipe podían desviar los ojos de Manfred del portento que lo enfrentaba.
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El castillo de Otranto de Horace Walpole
Lo tocó, examinó el casco fatídico; ni siquiera los restos sanguinolentos y destrozados del joven príncipe podían desviar los ojos de Manfred del portento que lo enfrentaba.
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