En cuanto Cristina se perdió en el vocerío del comedor, Rafael Estévez protestó: —No sé para qué coño pregunto nada a esta gente. Estévez reparó en que Caldas le miraba en silencio desde el otro lado de la mesa. —Perdone, jefe —se disculpó—. A veces se me olvida que es usted uno de ellos. |