Viendo cómo ponía en marcha el coche, apoyaba el brazo en el respaldo de su asiento para hacer la maniobra de retroceso, casi se ahoga. Olía maravillosamente bien, como a jabón de toda la vida, y no había gesto más sexy en un tío que ese, con los ojazos celestes mirando por la luna trasera y la boca entreabierta… Tragó saliva y fijó la vista al frente contando hasta diez.
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