“La vida tiende a ser así: una gota, una gota, una gota, una gota, y luego nos preguntamos, perplejos, cómo es que estamos empapados”.
En las primeras líneas de esta historia nos encontramos su desenlace: la niña ha muerto. Julia ha muerto.
Imaginamos, entonces, el cubículo de declaraciones con su pared de espejo, en la comisaría. Allí y sólo entonces, Estela, Es-te-la Gar-cí-a, se atreve a enarbolar su nombre, entre la espada y la pared como todos los que tienen algo que decir y han callado demasiado tiempo: a borbotones, con una voz potente y firme que golpea como un mazo, que interpela a los posibles oyentes, que intuye, se pregunta y se responde, para contar su historia. Una historia que va desde los bordes hasta el corazón, en una serie de hechos concéntricos, secuenciales, para llegar al núcleo de lo sucedido. Desde los bordes de la herida hasta hurgar en su interior. Así lo narra ella para concluir: la niña ha muerto.
En los bordes inflamados, Estela abandonando a su madre, el sur, buscando solución a su pobreza con una promesa de vuelta. Estela, como interna, limpiadora y nana, en una casa señorial con piscina de Santiago de Chile. Algo temporal que le permita volver a casa. Siete años después seguirá allí, con la esperanza agujereada de polillas.
El señor. La señora. Una niña que aprende a decir nana antes que mamá. Las distancias impuestas por el clasismo. Las rutinas, lavar, fregar, planchar, cocinar, implacables, que acaban cada día en los cubos de basura. Sacando su basura.
Las distancias impuestas, aparentemente cercanas; las insoslayables, su madre y su mundo que esperan, "lo que hacen las personas": una licuadora, un perro, una plancha, las ratas, una pistola, el azar, la vorágine, lo irremediable, la tragedia, la rabia, el resentimiento, la soledad: ¿Cómo se gesta la tragedia? Gota a gota
Escrita en forma de monólogo, también nos interpela y nos desarma de prejuicios. Directa, implacable, sin tregua. Y, como lectores, nos sacude la indiferencia y nos salpica, gota a gota, hasta empaparnos. Hasta el final. Ese final, que es un shock, una sacudida, una bofetada inevitable.
Impresionante novela de
Alia Trabucco Zerán, con una voz que se alza para no frenar ya la lengua. Una joya que reluce entre tantos grises.
No te olvides de mirar hacia ultramar. Estela merece ser escuchada. Todas las voces mudas lo merecen.
Te esperamos en Entre Libros.
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