El Gatopardo

El Gatopardo es un manifiesto a favor de lo inútil, una defensa del placer y del buen gusto, o del gusto, y el valor del individuo. Es único por su escepticismo, pero despliega fe en la belleza, la tradición y la generosidad. Pinta un paisaje inclemente, antiguo y resistente al cambio, como un abuelo, que no puede renovarse y debe desaparecer para abrir camino a lo que le sucede.
No podría decir si el retrato de Giuseppe Tomasi di Lampedusa sobre la Sicilia del s. XIX es fiel; sin embargo, no tengo dudas de que es auténtico. La historia se desarrolla al ritmo de la tierra que la acoge, cálida y lentamente, con enorme introspección.
El Risorgimento es el marco de personajes magníficos, tramposos como el alcalde Sedàra o cándidos como su hija Angélica, todos genuinos, impulsores o víctimas de su época.
Fabrizio, príncipe de Salina, aristócrata siciliano, es testigo de la decadencia de su familia y el carácter de su país, nostálgico y resignado a ver desaparecer su credo. le encontramos admirador de la ingenuidad y amante de la ligereza juveniles, personificadas en su sobrino Tancredi, bon viveur y político carismático, quizá el último rescoldo del viejo régimen y la chispa más brillante del nuevo. El Gatopardo es, como su protagonista, inimitable, agudo y sensible, símbolo de un modo de vida extinto pero aún recordado.

Hacía tiempo que le tenía ganas i me encantó. Por todo: por la tele transportación instantánea a salones iluminados por decenas de velas en noches de baile, por las caminatas mentales por pasillos inexplorados de palacios enormes, por el olor a Sicilia, a mar y a tierra seca, por unos personajes bien construidos i por el Príncipe de Salina, un Gatopardo que se da cuenta de como todo lo que conoce está cambiando, consciente que ni su fuerza gatopardiana lo puede evitar.