Anna de Niccolò Ammaniti
La regla era sencilla. Dos películas por semana: el sábado escogía ella, el domingo, su madre, y el resto del tiempo cubrían la televisión con una tela de colores, como si se avergonzaran de tener una. Pero cuando el virus, como una nube radiactiva, se extendió de Bélgica a Holanda, a Francia y al resto del mundo, la dejaron siempre encendida con el telediario puesto.
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