Cuando te haces mayor te vuelves invisible. Es la pura verdad. Aunque en cierto modo resulta liberador.
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Cuando te haces mayor te vuelves invisible. Es la pura verdad. Aunque en cierto modo resulta liberador.
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La señora Kitteridge, ya cuando íbamos a séptimo, nos decía que en teoría este país era un crisol de culturas, pero que en ese crisol, en realidad, nunca se acababa mezclando nada, y tenía razón.
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Nunca es volver a empezar, sino continuar.
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No hay ni una sola persona en este mundo que no tenga uno o dos malos recuerdos que la acompañen toda su vida.
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La vida se vive, no se lee.
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A todo el mundo le da miedo morirse.
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Sí había escrito, en cambio, sobre la Liz de febrero. Sobre cómo alteraba el aspecto del mundo. La gente se quejaba de febrero; hacía frío y nevaba, y muchas veces era húmedo y lluvioso, y la gente ya tenía ganas de primavera. Pero para Cindy, la Liz de ese mes siempre había sido como un secreto, e incluso ahora seguía siéndolo.
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Olive entendía que lo que le pasaba tenía que ver con ella misma. Ella también iba a morir. Y eso le resultaba extraordinario, asombroso. Hasta ese momento nunca lo había creído de verdad.
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Porque en febrero los días se alargaban de verdad y, si uno se fijaba bien, se notaba. Se notaba que al final de cada día el mundo parecía abrirse una rendija más, y aquella luz de más se colaba entre los árboles desnudos, y estaba llena de promesas.
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La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...