Almendra

Hay almendras dentro de mí.
En ti tambien.
Y tambien en aquellos que amas y odias.
Pero nadie puede sentirlas.
Sólo sabemos que estan ahí.
En síntesis, esta historia habla de un monstruo que se encuentra con otro mounstro.
Uno de esos monstruo soy yo.

Amor. Eternidad.
Ahora los significados se habían marchado. Justo como el interior de mi cabeza, que había sido un tablero en blanco desde el primer día.

¿Podrá comprenderme la gente cuando ni siquiera yo mismo me comprendo?

—Abuela, ¿por qué dicen todos que soy raro?
Borrando la mueca de su boca, me respondió:
—Será porque eres especial. La gente no soporta a los que son diferentes. ¡Ay, mi hermoso monstruito!

No hay nadie que no pueda ser salvado. Solo hay personas que dejan de intentarlo.

La gente volvía la cabeza no solo ante las desgracias que ocurrían lejos porque no había nada que se pudiera hacer, sino también ante las que ocurrían cerca porque los paralizaba el terror.

A los médicos les gusta poner etiquetas, pero es su manera de comprender y aceptar los síntomas y los pacientes poco convencionales.

Yo he decidido afrontar la vida del modo que lo he hecho siempre: tal como viene y en la medida en que puedo sentirla.

Se me aflojaron las rodillas y tuve que sentarme en el suelo. Mi mente se había quedado en blanco y me latían las sienes a mil. Retumbaba entero como si me hubiera convertido en un enorme tambor. «¡Basta! ¡Es suficiente! ¡Ya me he dado cuenta de que estoy vivo!»

—¿Y qué es el amor? —volvió a preguntarle mamá con ganas de molestarla.
—El descubrimiento de la belleza…