Eres los sabores que tuviste en la boca de niño. Eres lo que tocaste en esa edad, esa plastilina que ibas ablandando de tanto tocarla. Las cosas que escuchaste y se quedaron allí, dentro de la cabeza, con un eco de por vida. Página 242 |
Eres los sabores que tuviste en la boca de niño. Eres lo que tocaste en esa edad, esa plastilina que ibas ablandando de tanto tocarla. Las cosas que escuchaste y se quedaron allí, dentro de la cabeza, con un eco de por vida. Página 242 |
Mala cosa el orden, señorita. Una se levanta por la mañana y ve que no ha cambiado nada de lugar. Que solo hay un plato en el fregadero. Que no va a entrar nadie corriendo por el pasillo. Y que todo va a seguir igualito en el mismo sitio a las once y a las tres y a las nueve. Habrá un día en que eche en falta este revoltijo, se lo digo yo. Y que se emocione, dentro de mucho, cuando vea una peonza en el cajón de los cubiertos. Página 101 |
Mala cosa el orden, señorita. Yo creo que se puede vivir sin escucharles, pero no sin verles. Sin verles revolver, tocar lo que no deben, cambiar las cosas de sitio. Mismamente. Página 100 |
Cuanto más gastado está un libro, más vivo parece. Página 28. |
¿Cómo hubiera sido todo si hubiéramos podido ser?
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Un niño en su sano juicio quiere que termine el curso escolar. Yo deseaba que no acabara jamás. Lo deseaba con ansiedad. Lo mismo que el que suplica cada noche que lleguen los Reyes Magos o que no se le muera el hermano enfermo.
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Deje que lo revuelva todo, que solo el que lo revuelve todo saca algo en claro.
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Lo hacen para que no acaben de destripaterrones, ¿sabe? Lo de mandarlos a la escuela. Es cómo si una ya no tuviera remedio, pero el hijo o la hija s. Como si lo tuyo te diera lo mismo, pero lo del chico no. Lo del chico tiene que salir bien sí o sí, porque para eso te estás tú haciendo unos sabañones del demonio. Para que no los tenga él. Mismamente. Entonces friegan, limpian, vendimian, cogen azafrán, andan al jornal de lo que sale, van al rebusque con frío o con calor, se revientan a coser o a pelar almendras porque las pagan bien, y ni se quejan, ni cambian los muebles de la casa nunca, se quitan de todo solo para que lo tengan ellos. Y luego, cuan do van sacando los estudios y los mandan a la ciudad para que hagan una carrera, siguen lo nismo solo que sin ellos. Recibiendo una visita al principio en Navidades o en Semana Santa y luego ni eso: como mucho, una postal, porque el chico está viajando y tiene que ver el mundo que no has visto tú. Ni vas a verlo. Tú, que sigues con el cinturón apretado, gastando lo mínimo, sin salir de vacaciones porque allí, donde el chico es- tudia la carrera, todo cuesta mucho. Y lo tuyo ya no tiene remedio en el pueblo, pero lo del hijo sí. Aunque luego el hijo llegue tarde a tu entierro en un coche muy caro y muy buen vestido, como le pasó a la señora Trini con su Germanín. Toda la vida trabajando la mujer para que le estudiará el hijo. Y lo consigue. Y entonces se va fuera y ya no lo ve cayó nuca más. Mismamente como se lo cuento. ¿Cuántas veces le ha dicho al chico que le quiere, señorita? ¿Cuándo fue las última vez que han jugado juntos? El día en que la señora Trini murió, su hijo estaba en el extranjero y le llegó tarde al entierro. + Leer más |
Las madres aciertan más que se equivocan, ¿No cree usted?. Pero de eso te das cuenta cuando lo eres tú, a ver. O cuando ya no las tienes.
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Me daba lo que mamá no tenía tiempo a darnos. Y también lo que a papá ya no le daba la gana de darnos.
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1. Caperucita ....................