Nunca terminaré de manejarme bien con la onomástica actual. En mi época sólo podía ponérsele cualquier nombre a un perro, los de personas eran los que eran.
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Nunca terminaré de manejarme bien con la onomástica actual. En mi época sólo podía ponérsele cualquier nombre a un perro, los de personas eran los que eran.
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Ya hace tiempo que me consta que en el país al que sirvo se han perdido todas las referencias acerca de la gravedad o frivolidad de los asuntos. La culpa la tienen, supongo, un sistema de educación en caída libre, unos padres demasiado distraídos y unos líderes más ocupados en ocultar sus propias fechorías que en transmitir a los ciudadanos un ejemplo de congruencia.
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Nadie escucha. Nadie entiende. A nadie le interesa..... ...en aquellas demoledoras palabras de Thais sentí que quedaba sentenciado todo lo que de veras importaba: por qué y en qué forma en el mundo en que vivíamos podían arruinarse de golpe y para siempre dos vidas, sin que nadie acertara a impedirlo, antes de cumplir los dieciséis. |
¿Quién lo hizo, por qué y para qué? Ya no quiero ni imaginarlo; en el fondo, si lo piensas, es perder el tiempo. Hay tantos lobos hambrientos en el bosque, con tanta hambre de mierdas, y a la hora de la verdad somos tan pocos para ponérselo difícil…
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Que acudiera de esa guisa vestida a unas dependencias de la Guardia Civil, para declarar como testigo en un caso de homicidio, no negaré que resultaba algo desconcertante para el hombre del siglo pasado que irremediablemente soy. Sin embargo, para el investigador criminal del siglo XXI que mejor o pero trato de ser, el hecho no resultaba ni siquiera demasiado novedoso. Ya hace tiempo que en el país al que sirvo se han perdido todas las referencias acerca de la gravedad o frivolidad de los asuntos. La culpa la tienen, supongo, unos padres demasiado distraídos y unos líderes más ocupados en ocultar sus propias fechorías que en transmitir a los ciudadanos un ejemplo de congruencia…
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10 negritos