Ella y su gato

Un territorio donde no hace falta trabajar para alimentarse y donde se puede vivir feliz y en paz, sin conflictos, para siempre: he ahí la definición de paraíso.

En la esquina de un aparcamiento vacío había nacido un cosmos de color rosado. En ese instante sentí una certeza: allí era donde había muerto.

La felicidad y la infelicidad dependen de cómo se miren.

A veces las personas se sentían mucho más solas con pareja que sin ella.

«Me gusta este mundo», me dije convencido.
[...]
Y es que a ella seguramente también le gustaba este mundo.

Los sentimientos de la gente son invisibles y no hay nada que puedas hacer.

Uno tiene que ser dueño de al menos una parte de su vida

No podía hacer nada para ayudarla.
Tan solo permanecer a su lado y vivir mi propio tiempo.

Ese día ella me recogió. Por eso soy su gato.

Mientras cocinaba, tarareaba canciones. A mí me chiflaba su voz.
—Chobi.
Así era como me llamaba siempre. Ese nombre me unía a ella y ella me conectaba con el mundo.