Me convencía a mí mismo de que cuando llegaran a conocer la admiración que sentía yo por sus virtudes, tendrían compasión de mí y pasarían por alto la deformidad de mi persona.
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Me convencía a mí mismo de que cuando llegaran a conocer la admiración que sentía yo por sus virtudes, tendrían compasión de mí y pasarían por alto la deformidad de mi persona.
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«Rara vez me visitaba el corazón el desánimo; parecía que me impulsaba un destino elevado, hasta que caí para no volver a levantarme jamás».
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Si levantaba la vista, veía los paisajes familiares de mis tiempos más felices, y que había contemplado el día anterior mismo en compañía de aquella que ya no era sino una sombra y un recuerdo.
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El mundo era para mí un secreto que anhelaba desvelar; para ella era un espacio vacío, que deseaba poblar con sus propias imaginaciones.
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Todos los hombres odian a los desgraciados. ¡Cuánto, pues, se me debe odiar a mí que soy el más infeliz de los seres vivientes! Sin embargo, vos, creador mío, me detestáis y me despreciáis, a mí, vuestra criatura, a quien estáis unido por lazos que sólo la aniquilación de uno de nosotros romperán.
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¡Ay! Acerté en mi vaticinio, errando sólo una circunstancia: con todas las desgracias que imaginé y temí, no concebí ni la centésima parte de la angustia que estaba destinado a soportar.
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Contemple a mi víctima, y el corazón se me inflamó de júbilo y regocijo infernal.
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Al cabo de días y noches de labores y fatigas increíbles, conseguí descubrir la causa de la generación y la vida. Más aún, yo mismo fui capaz de animar la materia muerta.
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El objeto de mis estudios era todo lo que resulta mas intolerable a la sensibilidad de los seres humanos. Vi como se degradaba y consumía la hermosa forma del hombre. Contemplé cómo disipada la corrupción de la muerte los colores saludables de la vida. Vi cómo heredaba el gusano las maravillas del ojo y el cerebro.
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Hay algo que sucede en mi alma que no comprendo. Soy un hombre eminentemente práctico, un trabajador que realiza su tarea con perseverancia y dureza, pero, más allá de eso, existe en mí el amor por lo maravilloso, una fe en lo maravilloso presente siempre en todos mis proyectos, que me aleja de los senderos que todos toman y me empuja hacia el océano salvaje y las regiones inhóspitas que voy a explorar.
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Es un cuerpo creado a partir de la unión de distintas partes de cadáveres diseccionados, escrito por Mary Shelley a partir del reto literario de Lord Byron.