Quizá lo más especial no fuese él, sino lo que ella sentía cuando estaba a su lado.
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Quizá lo más especial no fuese él, sino lo que ella sentía cuando estaba a su lado.
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Me siento como si fuera la mitad de algo. Antes, esa mitad era suficiente para mi, para sobrevivir, pero ya no lo es. No quiero ser un hombre a medias. Te lo debo y me lo debo. Nos lo debo a ambos. Quiero estar completo para poder estar contigo.
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—¿Sabe que mi abuela piensa que estamos viviendo el cuento de Caperucita? —dijo con una risa algo nerviosa. Él la animó a continuar con un gesto. —Usted se llama Wolf, Lobo en español, y yo llevo un abrigo rojo con capucha y cruzo su jardín para ir a verla a ella, a la abuelita… —dijo y soltó una carcajada—. ¿A que tiene su gracia? Él no compartió su risa. Ella volvió a hundir los puños dentro de los bolsillos del abrigo con nerviosismo. Mientras le contemplaba, la asaltó una ridícula idea: quizá no estuviesen viviendo el cuento de Caperucita, sino el de La Bella y la Bestia. Sí, sin duda era más apropiado… Él parecía más bestia que lobo, a pesar de su apellido. |
Él no dijo nada. Se limitó a contemplar cómo se humedecía los labios con la lengua y soltaba una risa feliz. Hubiese deseado besarla. Dio un paso atrás y se alejó. |
Julián la siguió con los ojos. Como había temido, sus conjeturas se convertían en realidades si se guíaba por la reacción de su nieta. No había querido hablar con ella sobre el señor Wolf por temor a averiguar que lo que llevaba semanas barruntando era cierto. Y lo era, aparentemente. Sara iba a sufrir... |
Desdibujada por efecto de la lluvia y la noche, vislumbró a… la cosa que la sostenía con firmeza entre sus brazos. Era un ser mitad humano, mitad animal; al menos eso le pareció. Tenía el rostro cubierto de pelo mojado y sus ojos —que en ese momento iluminó un relámpago— centelleaban de forma demoníaca. Se le cortó la respiración. Y entonces ese ser… ¡habló! |
¡Había regresado! Como cada noche a la misma hora, la chica del abrigo rojo había vuelto a cruzar su jardín. |
La tristeza se filtró de sus palabras y él sintió un aguijonazo de angustia en el pecho al pensar en todas aquellas cosas que él mismo había perdido.
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¿Quién escribió la saga?