Roma y viceversa

Si bien había escuchado hablar de la colección de libros “La risa floja”, no podía adivinar el buen rato que me proporcionaría este decimotercer volumen (todos ellos independientes los unos de los otros en cuanto a argumento, solo compartiendo el género comedia) que tuve la oportunidad de disfrutar gracias a Masa Crítica. Miguel Sandín nos entretiene con sus personajes principales, así como con todos aquellos que, en su viaje por la historia de la ciudad eterna, confluyen en “Roma y viceversa”. La hilarante comedia que se desarrolla a lo largo de sus líneas, comparada en la propia sinopsis con “La vida de Brian” (yo añadiría el musical “Golfus de Roma”) es imposible que no nos dibuje más de una sonrisa gracias a la peculiar inventiva de este autor.

Cuando el anodino profesor de Historia Antigua, Marcelo Mayoral, salva inesperadamente la vida a un individuo a quien estaban a punto de arrebatársela de una paliza, no podía imaginarse que lo que se encontraba dentro de esa “carcasa” humana era un ente ectoplásmico procedente de un exoplaneta llamado KOI.4878.01. Gracias a la capacidad de este ser de viajar en el tiempo y a sus ansias por escapar de los paisanos que le persiguen (seducido por la forma de vida humana y los muchos placeres que ha encontrado en ella), el historiador podrá viajar a través de la Roma Antigua en un viaje que le llevará a conocer a personajes como Calígula, Séneca, Mesalina, Claudio o su admirado Nerón. También tendrá la oportunidad de quedar hechizado por la personalidad de la esclava siria Rut.

A pesar de la evidente parodia, considero que debe ser mencionada la documentación del autor a la hora de crear una obra que, aunque eminentemente cómica, aporta datos curiosos de la historia de Roma al hilo del errático viaje de nuestros protagonistas, si bien incidiendo básicamente en la época del Alto Imperio y en las personalidades más claramente caricaturescas. Si bien hay un pequeño inciso en que Marcelo y Ulises (uno de los alias del extraterrestre) viajan al año 476 (fecha que tradicionalmente marca la caída del Imperio romano de occidente), en general se centra en el período comprendido entre Augusto y Nerón. Reconozco que, si bien me he reído mucho con este retrato humorístico de la Roma Antigua, los diálogos entre Ulises y Marcial (enriquecidos más tarde con la presencia de Rut) han acaparado mi atención en mayor grado. Aun siendo el extraterrestre básicamente la justificación para poder darse los viajes en el tiempo, reconozco que su historia me ha cautivado y me encantaría conocer mucho más acerca de sus aventuras y de su hostil y curioso planeta.

Me parece que están muy bien hilados los saltos temporales, formando un hilo argumental bastante sólido sin llegar a parecer cada capítulo una suerte de sainete caricaturizando cada período o personaje histórico al que se hace referencia. Si bien he echado de menos la inmersión en otras épocas de tan longeva cultura, también comprendo que no se trata de presentar el conjunto de la historia romana sino únicamente algunos de los hechos más representativos, sin ser los más trillados (punto este de agradecer). Para finalizar, debo reconocer que me ha encantado que al final, según la cómica visión de Miguel Sandín, podemos dar la razón a todos esos documentales de Historia que aún hoy en día se nos quieren presentar revestidos de una seriedad que por supuesto carece este libro: en cuanto a Historia Antigua se refiere, los culpables y hacedores de los mayores logros y catástrofes fueron los extraterrestres.

Escogí este libro bastante a ciegas, solo porqué me apetecía leer algo sobre la Roma Antigua pero que no fuera una novela histórica al uso. Por no saber, no sabía ni quién era el autor, un señor que resultó tener un gran conocimiento del pulso narrativo.
Me la dejé para Semana Santa, y si bien es cierto que me la ventilé en un par de tardes, la segunda no hubiera seguido leyendo. Me explico.
La primera tarde leí hasta la página 70 más o menos, y enseguida relacioné la relación del profesor con el extraterrestre con la que tienen el policía y el enlace de la serie Estoy Vivo, y al instante pensé: Qué pereza. Además, no terminaba de avanzar mucho, y esperando reírme a carcajada limpia, llegué a la página setenta sin que eso sucediera. Por lo que, las primeras impresiones no fueron buenas, y no me apetecía seguir. Pero, en este caso sentir la obligación de hacerlo para poder escribir sobre el libro con criterio, fue algo bueno.
A partir de ese momento, y con las posibles semejanzas a un lado, la historia va hacia delante aumentando el ritmo de manera constante, y perfectamente controlada. Y, esta vez, sí, no quería dejarlo.
No llegué a destornillarme nunca, pero sí pasé una tarde muy entretenida, me convertí en fan absoluta de Rut, una mujer decidida y contrapunto perfecto de Marcelo y el extraterrestre Ulises, de hecho, creo que la novela mejora mucho con su aparición; y, paseando por Roma, completamente metida en una historia que me dio ternura, y unas ganas infinitas de volver a la ciudad eterna.

Cuando iba a las clases de Latín de Ana tenía dieciséis años y soñaba con volar a Roma para acariciar el Coliseo y pasear por la Domus Aurea. Solo me perdí un examen en mi vida por haberme dormido, justamente uno de literatura latina, y por haber viajado, en mis delirios oníricos adolescentes, no a la ciudad eterna llena de automóviles y turistas. Yo siempre iba un paso más allá. Y me desperté dudando si era una romana nacida antes de J.C. o yo.

Así que cuando empecé la lectura de Roma y viceversa (Editorial Pez de Plata, 2021), de Miguel Sandín, no pude contener la emoción. ¡Viajar a la Antigua Roma! Y con qué compañía. Marcelo Mayoral, un catedrático de Historia Antigua, con mala suerte con las relaciones amorosas y con Hacienda. Y con un ectoplasma llamado Ulises, amante de las motos, la pizza, el heavy metal y el sexo, que es capaz de desplazarse en el tiempo.

Con ambos emprenderemos una divertida, y maravillosamente bien documentada, aventura en la que no faltarán las viandas de la época, el circo, las termas... Y trataremos con el ingenio de Séneca, la locura de Calígula, el beodo Claudio o la insaciable Mesalina. Las risas están aseguradas. Y las orgías y bacanales, también.
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