«Puede usted atar mi cuerpo, agarrotar mis manos, gobernar mis actos. Posee el derecho del más fuerte y la sociedad se lo permite; pero con mi voluntad, señor, nada puede hacer. Solo Dios puede doblegarla y someterla. ¡Busque, pues, una ley, una mazmorra, un instrumento de tortura que le otorgue su posesión! ¡Sería como tratar de manipular el aire y aferrar el vacío!» |