La noche de la Usina

Uno tiene su vida. Buena, mala, la que tiene. La viene usando desde que nació. La cuida. Se preocupa por conservarla, por ir poniéndole cosas. Todo lo que a uno le pasa, todo lo que aprende lo introduce en esa vidita que tiene. Uno no piensa en lo frágil que es. O sí, pero a veces. Tampoco uno se puede pasar la vida pensando en lo frágil que es esa vida, porque la angustia sería perpetua. Insoportable.

Está bien que vengan. Y está bien que se vayan. Para que los que se quedaron puedan extrañarlos y para que los idos sientan que, llegado el caso, pueden volver. Aunque no sea cierto. Porque ninguno vuelve, salvo de visita. Hay algo que se corta, que se mueve de su centro o de su sitio. No está ni bien ni mal, pero es así.

Uno no constata la perduración de la existencia. La asume como perpetua.

Creo que pagaron un precio altísimo, un precio altísimo de tristeza qu acumularon durante todos los años que vivieron lejos de su casa. Porque su casa era allá.

Que el ser humano es un estupido. Si las cosas no salen como uno espera se pone mal porque las cosas no salen. Y si las cosas si salen como uno espera, tambien se pone mal, porque le da miedo que en cualquier momento se tuerzan.

Manzi no deja traslucir ninguna emoción, eso si lo sabe hacer. Escuchar imbecilidades sin inmutarse

Lo que pasa es que los pueblos son asi. Es mucho mas divertido construir historias y mentiras que saber la verdad. El tiempo se pasa mas entretenido