Se miraron. Estaba demasiado oscuro como para extraer demasiada información de la cara del otro, y sin embargo siguieron mirándose, sin romper el contacto, como si el acto de mirar fuese más importante que lo que alcanzaban a ver.
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Se miraron. Estaba demasiado oscuro como para extraer demasiada información de la cara del otro, y sin embargo siguieron mirándose, sin romper el contacto, como si el acto de mirar fuese más importante que lo que alcanzaban a ver.
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Me empiezo a preguntar si es que nunca lo superaré. Igual determinados tipos de dolor, en determinadas fases formativas de la vida, quedan grabados permanentemente en la noción de sí misma que tiene una persona.
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Y siento que si yo creyese en Dios, no querría postrarme ante él y rogarle perdón. Solo querría darle las gracias todos los días, por todo.
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Él descargó las cajas de libros del maletero y dijo con orgullo: El peso de tu intelecto.
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La gente que se hace famosa de manera intencionada -me refiero a gente que, después de probar una gota de fama, quiere más y más- está, y lo creo con toda sinceridad, profundamente desequilibrada. Que en nuestra cultura nos veamos expuestos por todas partes a esta clase de personas, como si no solo fuesen normales sino atractivas y envidiables, evidencia el grado de distorsión que acarrea este mal social. Algo falla en esas personas, y cuando las seguimos y aprendemos de ellas, algo falla también en nosotros.
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¿Y si soy yo la que no me permito ser feliz? Porque tengo miedo, o porque prefiero revolcarme en la autocompasión, o porque no creo que merezca cosas buenas, o por algún otro motivo. Siempre que ocurre algo bueno en mi vida, me descubro pensando: ¿cuánto tardará en torcerse? Y casi deseo que pase cuanto antes lo peor, mejor pronto que tarde, y a ser posible de inmediato, para poder dejar de sentir ansiedad, al menos.
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Creo que te equivocas en eso del instinto para percibir la belleza. Los seres humanos lo perdieron cuando se cayó el muro de Berlín. No pienso meterme en otra discusión contigo sobre la Unión Soviética, pero cuando murió, murió también la historia. En mi cabeza el siglo 20 es como una larga pregunta, y al final entendimos mal la respuesta.
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Tal vez llorar y postrarnos con sinceridad genuina sea la cosa más difícil que podamos llegar a aprender jamás.
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Para mí era importante demostrar que era una persona especial. Y en mi esfuerzo por demostrarlo, lo convertí en realidad. Solo que después, cuando hube recibido el dinero y el aplauso que creía que merecía, entendí que no era posible que nadie mereciese esas cosas, y para entonces era demasiado tarde [...] ¿por qué tendría que ser nadie rico y famoso cuando otra gente vive en la extrema pobreza?
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El placer está en contemplarlo tal cual. Pero cuando leo libros, si que experimento deseo: quiero que Isabel Archer sea feliz, quiero que a Anna y a Vronsky les vaya bien, quiero incluso que indulten a Jesús en lugar de a Barrabás. Tal vez sea una lectora insulsa y estrecha de miras, que desea sentidamente lo mejor para todos (menos para Barrabás), pero si deseara lo contrario, que Isabel se casara mal, que Anna se arrojara a las vias del tren, seria una simple variación de la misma experiencia. La clave es que hay una conexión emocional, ya no soy una espectadora desinteresada. |
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