No llovía. Afuera el mundo parecía un gigante dormido, con el sonido del mar por respiración. Adentro todo eran sombras, nuestras siluetas y las de los muebles más negras que la oscuridad.
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No llovía. Afuera el mundo parecía un gigante dormido, con el sonido del mar por respiración. Adentro todo eran sombras, nuestras siluetas y las de los muebles más negras que la oscuridad.
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Entonces lo vi en sus ojos. El abismo dentro de ella, igual al de las mujeres muertas, una grieta sin fondo que nada podía llenar
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Mi cuarto estaba en calma y afuera ni siquiera lloviznaba. La tempestad era en el cuarto de mis papás. Era la voz de mi papá. Una voz que le salía de adentro, no de su garganta sino de su barriga, como cuando antes de temblar la tierra ruge. La voz de mi mamá, una hebra delgadita, se percibía en los espacios que él dejaba. No se entendía lo que decían. Únicamente los gritos y la vibración. Únicamente la furia |
“Todos mis muertos, pensé. Si los de mi papá estaban en sus silencios y los de mi mamá eran las plantas de la selva, los míos eran las hojas a punto de caerse. Mi abuela niña, mi abuelo amargado, la tía Mona, mi abuelo oso, mi abuela lombriz y cobra, las mujeres de las revistas, Gloria Inés, Paulina…”
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Pero adentro de él, junto al huérfano, en el mar de silencio, ya lo sabía, vivía un monstruo.
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Pensé en las mujeres muertas. Asomarse a un precipicio era mirar en sus ojos.
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Todos mis muertos, pensé. SI los de mi papá estaban en sus silencios y los de mi mamá eran las plantas de la selva, los míos eran las hojas a punto de caerse.
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"Todos mis muertos, pensé. Si los de mi papá estaban en sus silencios y los de mi mamá eran las plantas de la selva, los míos eran las hojas a punto de caerse."
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Por la noche había llovido y la mañana estaba lechosa. Las cosas como cubiertas por una sábana blanca. Miré a mi papá, pensando ¿por qué me hacés esto? Él, armado con su sonrisa, quería una respuesta. Respiré
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El retrato de Dorian Gray