Medianoche en Marble Arch (Inspector Thomas Pitt #28)

El inicio de "Medianoche en Marble Arch" es tan interesante como prometedor. La noticia de la violación y muerte -narrada de forma discreta y sin detalles desagradables- de la esposa del afamado banquero unido a la desproporcionada reacción de la hija del embajador portugués ante la presencia de un joven de familia adinerada capta de inmediato la atención del lector. Este principio ya de por sí atrayente se ve enriquecido cuando al hilo de las investigaciones se va mezclando con toques históricos que, aunque de soslayo, conectan con la trama principal; hechos que además de resultar muy instructivos para el lector hacen que la historia adquiera una mayor envergadura de lo que en un principio cabría suponer.

En esta ocasión, esas pinceladas históricas vienen referidas a la que se conoce como la Incursión de Jameson, un hecho acaecido a finales de 1895 cuando la British South Africa Company envió un ejército privado de unos quinientos hombres armados a República Sudafricana (República de Transvaal) al objeto de derrocar al gobierno bóer y hacerse así con un territorio de una gran riqueza en oro y diamantes.

Sin embargo llega un momento en el que la historia se vuelve muy repetitiva al dar vueltas y más vueltas a las mismas reflexiones acerca de la violación, el maltrato, la difícil situación de la mujer ante los delitos sexuales o la desmesurada ambición del ser humano. No quiere decir esto que tales razonamientos carezcan de interés o acierto, todo lo contrario, la denuncia social es una de las características más destacables de la obra de Anne Perry; pero sobra tanta insistencia, no es necesario que los personajes cavilen continuamente sobre idénticas cuestiones por mucha enjundia que tengan y lo único que se consigue es que la trama no avance, la intriga decaiga en lugar de incrementarse o al menos mantenerse, y que el lector perciba esas páginas como si fueran meramente de relleno.

Lo bueno del libro, como en todos los de esta serie, es que incluso en los que podríamos llamar los "tiempos muertos" de la novela, sus mayores logros se mantienen, es decir, el carisma que emanan los personajes y, por encima de todo, la logradísima ambientación victoriana, una época que todavía hoy nos sigue fascinando y que Anne Perry nos muestra con una destreza impecable.

La última parte del libro retoma el dinamismo perdido y la intriga recupera el control de la historia para desembocar en un final resuelto con más sorpresa y efectividad que verosimilitud, pero que en su conjunto resulta bastante correcto y satisfactorio.
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