OJOS VERDES

“ℝ𝕖𝕓𝕖𝕔𝕒 𝕤𝕒𝕓𝕠𝕣𝕖𝕒𝕓𝕒 𝕝𝕒 𝕔𝕖𝕟𝕚𝕫𝕒 𝕖𝕟 𝕝𝕒 𝕘𝕒𝕣𝕘𝕒𝕟𝕥𝕒, 𝕤𝕒𝕝𝕚𝕧𝕒𝕓𝕒 𝕡𝕠𝕣 𝕖𝕝 𝕗𝕒𝕟𝕘𝕠 𝕕𝕖𝕡𝕠𝕤𝕚𝕥𝕒𝕕𝕠 𝕝𝕒 𝕡𝕦𝕟𝕥𝕒 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕝𝕖𝕟𝕘𝕦𝕒, 𝕤𝕖𝕟𝕥𝕚́𝕒 𝕖𝕝 𝕥𝕖𝕞𝕓𝕝𝕠𝕣 𝕕𝕖 𝕝𝕒 𝕒𝕔𝕖𝕣𝕒 𝕕𝕖 𝔾𝕣𝕒𝕟 𝕍𝕚́𝕒 𝕓𝕒𝕛𝕠 𝕝𝕠𝕤 𝕥𝕒𝕔𝕠𝕟𝕖𝕤. 𝕆𝕚́𝕒 𝕖𝕝 𝕔𝕣𝕖𝕡𝕚𝕥𝕒𝕣 𝕕𝕖 𝕝𝕒𝕤 𝕝𝕝𝕒𝕞𝕒𝕤, 𝕖𝕝 𝕣𝕦𝕘𝕚𝕕𝕠 𝕖𝕟𝕤𝕠𝕣𝕕𝕖𝕔𝕖𝕕𝕠𝕣 𝕕𝕖 𝕝𝕒𝕤 𝕠𝕝𝕒𝕤 𝕣𝕠𝕞𝕡𝕚𝕖𝕟𝕕𝕠 𝕔𝕠𝕟𝕥𝕣𝕒 𝕖𝕝 𝕖𝕕𝕚𝕗𝕚𝕔𝕚𝕠 𝕕𝕖 𝕋𝕖𝕝𝕖𝕗𝕠́𝕟𝕚𝕔𝕒, 𝕖𝕝 𝕖𝕤𝕥𝕣𝕦𝕖𝕟𝕕𝕠 𝕕𝕖 𝕝𝕠𝕤 𝕓𝕝𝕠𝕢𝕦𝕖𝕤 𝕕𝕖 𝕔𝕖𝕞𝕖𝕟𝕥𝕠 𝕒𝕝 𝕕𝕖𝕣𝕣𝕦𝕞𝕓𝕒𝕣𝕤𝕖 𝕤𝕠𝕓𝕣𝕖 𝕖𝕝 𝕒𝕤𝕗𝕒𝕝𝕥𝕠. 𝕍𝕖𝕚́𝕒 𝕝𝕠𝕤 𝕔𝕦𝕖𝕣𝕡𝕠𝕤 𝕔𝕒𝕝𝕔𝕚𝕟𝕒𝕕𝕠𝕤 𝕡𝕠𝕣 𝕖𝕝 𝕗𝕦𝕖𝕘𝕠, 𝕝𝕠𝕤 𝕧𝕚𝕖𝕟𝕥𝕣𝕖𝕤 𝕙𝕚𝕟𝕔𝕙𝕒𝕕𝕠𝕤 𝕡𝕠𝕣 𝕖𝕝 𝕒𝕘𝕦𝕒, 𝕝𝕠𝕤 𝕞𝕚𝕖𝕞𝕓𝕣𝕠𝕤 𝕒𝕫𝕦𝕝𝕖𝕤 𝕢𝕦𝕖 𝕤𝕠𝕓𝕣𝕖𝕤𝕒𝕝𝕚́𝕒𝕟 𝕖𝕟𝕥𝕣𝕖 𝕝𝕠𝕤 𝕖𝕤𝕔𝕠𝕞𝕓𝕣𝕠𝕤”.

Así comienza esta novela corta que ha sido toda una sorpresa para mí, no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar. Alicia Pérez Gil crea con maestría un híbrido entre literatura y música, inspirada en la que es probablemente la copla más famosa y que también da nombre al libro. La trama no puede ser más diferente pero hay abundantes referencias a ella en el texto: el número 3, los ojos verdes, el té de menta y canela…

No sabría en qué genero encuadrar la historia. Catalogada como terror, no puedo decir que me lo parezca. Es extraña, paranormal quizás… un viaje a lo más oscuro del interior de la protagonista, con la ayuda de tres guías de lo más peculiares.

El prólogo de Itziar Mínguez Arnáiz es una ayuda maravillosa para profundizar en la novela. Yo lo leí antes del texto (no me importan los spoilers) pero os recomiendo hacerlo al final para disfrutar a posteriori de las referencias que nos descubre.

¿Quién se habría imaginado que nacería un subgénero que aliara música y literatura? ¿Quién habría pensado en transformar una copla en una novela de terror futurista? Yo, no. Pero así es cómo Itziar Mínguez Arnáiz describe esta novela corta en su prólogo. Y no le falta razón, evidentemente.

Nunca he sido mucho de coplas, en mi casa apenas se escuchaban cuando era pequeña y no se me quedó la curiosidad al crecer. Pero me puse la de 𝘖𝘫𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘦𝘴 que canta Concha Piquer y me ha parecido preciosa. Sigue sin ser mi género, pero no le falta hermosura a la letra ni sentimiento a la interpretación. Y sobre todo, me ha permitido ver todo el 𝗵𝗶𝗽𝗲𝗿𝘁𝗲𝘅𝘁𝗼 en la novela. No puedo más que aplaudir el trabajo de la autora, creo que ha sabido integrar la obra musical de una forma magistral. Y no parece que fuese tarea sencilla, pues la ambientación no puede ser más distinta. Pero ahí está la simbología del tres, el té de menta y canela y los preciosos ojos verdes. No le falta de nada.

El texto va incluso más allá y nos transmite desde el principio el terror de la fatalidad, un camino inevitable que Rebeca debe recorrer enfrentándose a su lado más oscuro. Y es esa oscuridad en nosotros la que despierta nuestros miedos más profundos. El no ser realmente quien queremos ser.