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¿Quién se habría imaginado que nacería un subgénero que aliara música y literatura? ¿Quién habría pensado en transformar una copla en una novela de terror futurista? Yo, no. Pero así es cómo Itziar Mínguez Arnáiz describe esta novela corta en su prólogo. Y no le falta razón, evidentemente. Nunca he sido mucho de coplas, en mi casa apenas se escuchaban cuando era pequeña y no se me quedó la curiosidad al crecer. Pero me puse la de 𝘖𝘫𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘦𝘴 que canta Concha Piquer y me ha parecido preciosa. Sigue sin ser mi género, pero no le falta hermosura a la letra ni sentimiento a la interpretación. Y sobre todo, me ha permitido ver todo el 𝗵𝗶𝗽𝗲𝗿𝘁𝗲𝘅𝘁𝗼 en la novela. No puedo más que aplaudir el trabajo de la autora, creo que ha sabido integrar la obra musical de una forma magistral. Y no parece que fuese tarea sencilla, pues la ambientación no puede ser más distinta. Pero ahí está la simbología del tres, el té de menta y canela y los preciosos ojos verdes. No le falta de nada. El texto va incluso más allá y nos transmite desde el principio el terror de la fatalidad, un camino inevitable que Rebeca debe recorrer enfrentándose a su lado más oscuro. Y es esa oscuridad en nosotros la que despierta nuestros miedos más profundos. El no ser realmente quien queremos ser. |
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