Tinta simpática

“ʜᴀʏ ᴄᴏsᴀs ᴇɴ ʙʟᴀɴᴄᴏ ᴇɴ ᴜɴᴀ ᴠɪᴅᴀ, ᴘᴇʀᴏ ᴀ ᴠᴇᴄᴇs ʜᴀʏ ᴇsᴏ ǫᴜᴇ sᴇ ʟʟᴀᴍᴀ ᴜɴ ᴇsᴛʀɪʙɪʟʟᴏ. ᴅᴜʀᴀɴᴛᴇ ᴛᴇᴍᴘᴏʀᴀᴅᴀs ᴍás ᴏ ᴍᴇɴᴏs ʟᴀʀɢᴀs ɴᴏ ʟᴏ ᴏíᴍᴏs ʏ ᴘᴏᴅʀíᴀ ᴄʀᴇᴇʀsᴇ ǫᴜᴇ sᴇ ɴᴏs ʜᴀ ᴏʟᴠɪᴅᴀᴅᴏ ᴇsᴇ ᴇsᴛʀɪʙɪʟʟᴏ ʏ ʟᴜᴇɢᴏ, ᴜɴ ᴅíᴀ, ʀᴇɢʀᴇsᴀ ᴅᴇ ɪᴍᴘʀᴏᴠɪsᴏ ᴄᴜᴀɴᴅᴏ ᴇsᴛᴀᴍᴏs sᴏʟᴏs ʏ ɴᴀᴅᴀ ᴅᴇ ʟᴏ ǫᴜᴇ ᴛᴇɴᴇᴍᴏs ᴀʟʀᴇᴅᴇᴅᴏʀ ᴘᴜᴇᴅᴇ ᴅɪsᴛʀᴀᴇʀɴᴏs. ᴠᴜᴇʟᴠᴇ, ᴄᴏᴍᴏ ʟᴀ ʟᴇᴛʀᴀ ᴅᴇ ᴜɴᴀ ᴄᴀɴᴄɪóɴ ɪɴғᴀɴᴛɪʟ ǫᴜᴇ sɪɢᴜᴇ ᴇᴊᴇʀᴄɪᴇɴᴅᴏ sᴜ ᴍᴀɢɴᴇᴛɪsᴍᴏ”.

En esta novela corta, apenas 128 páginas en su edición en papel, Patrick Modiano nos pasea por los recovecos de la memoria y los recuerdos. La excusa, un hombre que 30 años después del suceso trata de plasmar en papel el caso de una mujer desaparecida que de alguna forma le marcó en su juventud, cuando trabajaba de aprendiz de detective.

La historia es tan imprecisa como la de la mujer desaparecida, la sostiene un esqueleto formado por las calles de París, mencionadas constantemente en la narración, como si nosotros mismos las transitáramos en compañía del narrador. Encuentros futuros con personas relacionadas con aquella mujer aportan pocas pistas y la historia va y viene sin un orden cronológico real.

“ᴇsᴏ ᴍᴇ ʀᴇᴀғɪʀᴍᴀʙᴀ ᴇɴ ʟᴀ ɪᴅᴇᴀ ᴅᴇ ǫᴜᴇ sɪ ᴀ ᴠᴇᴄᴇs ᴛᴇɴᴇᴍᴏs ғᴀʟʟᴏs ᴅᴇ ᴍᴇᴍᴏʀɪᴀ ᴛᴏᴅᴏs ʟᴏs ᴅᴇᴛᴀʟʟᴇs ᴅᴇ ɴᴜᴇsᴛʀᴀ ᴠɪᴅᴀ ᴇsᴛáɴ ᴇsᴄʀɪᴛᴏs ᴇɴ ᴀʟɢúɴ sɪᴛɪᴏ ᴄᴏɴ ᴛɪɴᴛᴀ sɪᴍᴘáᴛɪᴄᴀ”.

La vida está llena de casualidades, de encuentros y desencuentros. Y de reencuentros. Esa es una de las reflexiones que me llevo de una novela que se lee en una sentada y que estoy segura que tiene más “chicha” de la que yo le he conseguido sacar al audioleerla. Tendré que plantearme la lectura en papel del de verdad algún día.

La otra es que los recuerdos nos engañan. Más de lo que pensamos.

Joaquín Sabina cantaba aquello de:

“Para jugar al Black Jack y ser un duro 🎶.
Andar escaso de efectivo es igual que pretender envidar con un farol, al futuro 🎶.
No por casualidad me temen en los casinos 🎶.
Me daban diez de los grandes por el caso de la rubia platino 🎶”.

Nuestro protagonista de Tinta invisible, Jean Eyben, es un aprendiz de detective, pero no juega al Black Jack, ni es un duro, ni le daban diez de los grandes por el caso de la rubia platino. A Jean Eyben le dieron el caso de encontrar a Noëlle Lefebvre.

Tinta invisible habla de la fragilidad de los recuerdos y de cómo el olvido va fagocitando poco a poco la persistencia de la memoria. El autor no lo hace en orden cronológico sino que lo narra de forma fragmentada como si estuviera montando un rompecabezas con escenas del pasado; algunas muy nítidas y otras desenfocadas por el paso del tiempo.

La novela se lee en una sentada. Esperaba otra cosa (mea culpa), pero las reflexiones tienen peso y no olvidaré su final ❤️.

¿Y si a veces nuestra memoria nos lleva de la mano, detrás de la búsqueda de fantasmas olvidados por el tiempo?
Quizás esto sea lo que le ha ocurrido a nuestro protagonista.

Un detective que recibe el encargo de buscar y seguir la pista, después de treinta años a una mujer. París, Roma, son algunos de esos escenarios dónde acude para tratar de averiguar sus pesquisas.
A veces las preguntas, traen consigo más preguntas y desde luego, vienen acompañadas de enigmas que pueden abrirse como telón de fondo ante la búsqueda de algo. Algo como la pista detrás de esta mujer, cuyos recuerdos son vagos y lo único que deja es una estela fantasmal tras su paso, o mejor aún;
Quizás algunos recuerdos no quieran ser recordados.

Un libro corto que vale la pena leer.