Tanto jabón llevan ustedes en las suelas del calzado como nosotros. Es una hipocresía detestable eso de acusarlas e infamarlas a ustedes con tal rigor por lo que en nosotros nada significa.
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Tanto jabón llevan ustedes en las suelas del calzado como nosotros. Es una hipocresía detestable eso de acusarlas e infamarlas a ustedes con tal rigor por lo que en nosotros nada significa.
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A cada higiénica operación y a cada parte de su cuerpo que quedaba como una patena, Asís creía ver desaparecer la marca de las irregularidades del día anterior, y confundiendo involuntariamente lo físico y lo moral, al asearse, juzgaba regenerarse.
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Mareo,alcohol,insolacion...¡Pretextos,tonterías!...Lo que pasa es que me gusta,que me va gustando cada día un poco más,que me trastorna con su palabrería...y punto redondo...Cuando se va reflexiono y caigo en la cuenta;pero en viéndole...acabóse,me perdí!
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“El hombre siempre es más viejo porque nosotros vivimos, ¿te enteras? Y vosotras no.”
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“No hay nada más peligroso que lo reprimido y oculto, lo que se queda dentro.”
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“ Toros: sale a relucir aquello de las tres fieras, toro, torero y público; la primera, que se deja matar porque no tiene más remedio, la segunda que cobra por matar; la tercera, que paga para que maten, de modo que viene a resultar la más feroz de las tres.”
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Al salir me deslumbró el sol: ya no estaba en el cenit ni mucho menos; pero era la hora en que sus rayos, aunque oblicuos, queman más: debían de ser las tres y medis o cuatro de la tarde, y el suelo se rajaba de calor.
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Ambiciones y deseos, afectos y rencores se han desvanecido entre una especie de niebla; faltan las excitaciones de la vida exterior; y así como después de un largo viaje parece que la ciudad de donde salimos hace tiempo no existe realmente.
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Todos iguales en siendo españoles; el instinto vive allá en el fondo del alma; el problema es de ocasión y lugar, de poder o no sacudir ciertos miramientos que la educación impone: cosa externa y nada más.
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Aparte del sol que le derrite a uno la sesera y del polvo que se masca, bastan para marear tantos colorines vivos y metálicos. Si sigo mirando van a dolerme los ojos. Las naranjas apiñadas parecen de fuego; los dátiles relucen como granates obscuros; como pepitas de oro los garbanzos tostados y los cacahuetes: en los puestos de flores no se ven sino claveles amarillos, sangre de toro, o de un rosa tan encendido como las nubes a la puesta del sol: las emanaciones de toda esta clavelería no consiguen vencer el olor a aceite frito de los buñuelos, que se pega a la garganta y produce un cosquilleo inaguantable. Lo dicho, aquí no hay color que no sea desesperado: el uniforme de los militares, los mantones de las chulas, el azul del cielo, el amarillento de la tierra, los tiovivos con listas coloradas y los columpios dados de almagre con rayas de añil... Y luego la música, el rasgueo de las guitarras, el tecleo insufrible de los pianos mecánicos que nos aporrean los oídos con el paso doble de Cádiz, repitiendo desde treinta sitios de la romería: "¡Viva España!"
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¿Cuáles fueron los nombres de las hermanas Brontë?