Una cura para el alma

No habría tálamo nupcial para Paige Clearington. No habría esposo, hogar e hijos. No habría sueño romántico ni cortejo público. No habría futuro. Pero tendría eso. Esa pasión desbordada, esa única noche en la que amó al duque de Breighton.

Una mujer podía aspirar a ser escuchada, no tener que embozar su inteligencia ni renunciar a aspiraciones personales, pero de ahí a ser tachada de inmoral... Había todo un mundo de por medio.

—¡Usted no sabe nada de mí! Lo único que he querido en mi vida es ejercer la medicina honestamente sin que nadie se sienta legitimado para tirarme fruta podrida por el hecho de ser mujer. ¡Y mucho menos a maltratarme! Quiero ser médico, es lo que he querido siempre y tengo derecho a serlo.

Era descreída, lenguaraz y carecía de los modales que se esperaban de cualquier dama; claro que no se la podía considerar como tal. Era una mujer con una profesión, una rareza casi sacrílega.

En realidad, lo único que comprendió de forma instantánea fue que, a pesar de ser una niña y no un niño, ella podría seguir los pasos de papá, que era lo que deseaba por encima de todas las cosas.