Una cura para el alma

Había terminado por comprender que la felicidad no se componía de aquellas cosas que ella siempre había valorado por encima de todo: el humanismo, la justicia, la honorabilidad. La verdadera felicidad era una emoción esquiva e insólita que residía en los labios del hombre al que amaba.

Era un persona formidable, aquella capaz de hacer a un lado su dignidad y su orgullo para ofrecer una disculpa al causante de su dolor. Una vez más, ella volvía a humillarlo con su grandeza y su sencillez, con su piedad. ¿Cómo podía pedirle que renunciase a ella mientras le demostraba continuamente que era la única mujer a la que podía amar?

Una mujer siempre tenía las cosas difíciles, mucho más si se empeñaba en luchar con los molinos de viento.

Solo quienes caminan por el centro del río alcanzan a ver ambas orillas

No quería renunciar a ser ella misma, desde luego, pero en los últimos tiempos había aprendido que los sueños pueden mutar y sorprender.

—¡Usted no sabe nada de mí! Lo único que he querido en mi vida es ejercer la medicina honestamente sin que nadie se sienta legitimado para tirarme fruta podrida por el hecho de ser mujer. ¡Y mucho menos a maltratarme! Quiero ser médico, es lo que he querido siempre y tengo derecho a serlo.

Max se sentía el hombre más afortunado del mundo, el más amado, el más poderoso. De todo se sentía capaz con aquella mujer a su lado. Luchar por ella había sido la decisión más sabia que había tomado jamás.

Si yo no fuera duque, no tendríamos esta conversación, porque jamás te habrías apartado de mis brazos. Lo único que te pido, Paige, es que dejes de verme como Breighton y que me mires como el hombre que soy, el que tú conoces, el que te ama y está dispuesto a todo para tenerte en su vida.

La echaba terriblemente de menos. Tenía el cuerpo destemplado de añoranza por el suyo, el corazón ávido de su afecto y de sus palabras siempre reconfortantes.

Supones que te necesito en mi cama, y supones bien, Paige, porque siento que no volveré a sentirme pleno y completo si no es contigo. Pero he de decirte que en tu ciega y obstinada percepción de mi persona has pasado por alto cierto carácter humano del que dispongo. Tengo sentimientos, Paige. Los tengo hacia ti, y no son del tipo que tú piensas.