Los Doce

Al principio lo cogí con ganas. Varias erratas, fallos de concordancia y de puntuación (falta y sobre todo exceso de comas, uso de éstas para todo donde debería haber paréntesis o guiones, etc.) me obligaban a releer las frases para comprender correctamente el texto y eso ralentizó la lectura.

Dividido en dos tiempos verbales, encontramos dos historias con un mismo trasfondo y personajes comunes. al comienzo tiene más peso la parte temporalmente situada durante la posguerra, donde descubrimos el por qué del subtitulo -apóstoles, gallinas y tinajas- y seguimos a unos personajes que influirán para el desarrollo del futuro inmediato, donde se centra la distopía. Es esta una lectura sencilla, descarnada y directa, sin lugar a florituras; se cuentan las cosas tal cual sucedieron. Catálogo de sentimientos humanos muy bien representado en diferentes figuras (indignación, rabia, pena, impotencia, maldad, envidia, prepotencia, mezquindad...)
Me gustaría destacar a la tía Ana. Cuántas ha habido y habrá... ¡Qué pedazo de mujeres! Muy a diferencia de las Doritas, siempre a la contra... haciendo flaco favor a ellas mismas y a las demás.

Bien plasmados los distintos sentimientos, personajes, situaciones, emociones, reacciones. No por comunes o reconocibles, menos impactantes. Evocas con facilidad recuerdos familiares personales al respecto del periodo histórico mencionado. Todas las familias, como en el libro, tienen una o varias historias.

Me interesaba saber más de los personajes del comienzo de la novela, pero se van desdibujando hasta desaparecer (alguno reaparece con maestría hacia el final, dándoles un cierre muy redondo).

Interesante también la crítica nada soterrada a las plataformas sociales, los medios de comunicación, la polarización, la manipulación, las noticias falsas, lo virtual, lo vacuo, las conspiraciones, las estructuras mafiosas, los favores...

Pasada algo más de la mitad, la acción se centra ya -casi por completo- en ese presente distópico. Coge ritmo. He disfrutado especialmente con el encuentro entre dos viejos amigos y ese "amago de" (totalmente creíble), y con los ajustes de cuentas del pasado (en ocasiones, emocionantes).
Lo mejor, sin duda, ha sido la puesta en escena de la operación, con un ritmo de la trama vertiginoso.

Es más pausada pero hermosa la historia de José pasados los 16 años cuando emprende una nueva vida en Sevilla, lejos del odio, la miseria y la pena constante. Se abre a descubrir lo nuevo, progresa, aprende, se enamora, viaja... estos capítulos son muy disfrutables. Sirven de puente para comprender el presente de los personajes y te dan una visión 360º.

En mi opinión hay un exceso de acrónimos, de los que sólo puedes recordar dos o tres (afortunadamente, te los van recordando). Alguna frase dicha por los personajes principales (Alejandra y/o Sebastián) me sacó de lugar y me generó rechazo al sentirla muy impostada, extraña.

No es una lectura para todo el mundo. La recomendaría especialmente a todas aquellas personas interesadas en tramas de posguerra, políticas, corruptelas y atentados al poder. Las intrigas papales también tienen su apartado. Gana enteros pasada la mitad, coge fuerza y vas colocando cada pieza en su casilla. Ha conseguido pasar de ser un libro que casi abandono y doy mala puntuación a mejorar hasta ser disfrutable. Un giro casi tan distópico como el del argumento.

No estaría de más que se hiciera una revisión editorial para corregir ortografía, gramática o estilo. de algo más de la mitad hacia el final desaparecen, pero al comienzo te tropiezas con una falla cada dos páginas y es muy descorazonador.

Es la historia durante algo más de un siglo de cuatro generaciones de una familia que encabeza Pepe Tapón y acaba por sus biznietos Alejandra y Javier. Entre medias, el personaje más entrañable, José "Taponcito" y su hijo Francisco Sastre.
Los años clave en la vida de esta familia fueron el año 1936 y será el 2036. La fecha señalada, el 18 de Julio de ambos años.
Taponcito protagoniza el año 1936 donde, ya huérfano de madre por avatares de la vida, queda desposeído de su padre por culpa de la maldita guerra. Sus nietos protagonizan la de 2036, donde cuenta una distopía bastante preocupante donde se repite la historia (quizás rememorando aquella famosa frase: "quién no recuerda su historia está condenado a repetirla").
Si bien la historia del pasado se nos presenta como una pequeña historia más de una familia que vio su vida truncada por un golpe de estado que partió España por la mitad y desembocó en una guerra cruel, la historia del futuro próximo es una distopía que corre el peligro de convertirse en profecía, ya que el autor, de manera bastante brillante, nos presenta un futuro próximo al que llegamos desde este presente preocupante en el que la extrema derecha ya no está en auge, sino que es una sólida realidad y, mediante las técnicas que ya hoy en día vemos en todos los medios de comunicación (noticias falsas, bulos, fundamentalismo religioso, xenofobia, homofobia, antifeminismo…) convierten España en una especie de Gran Hermano donde no hay cabida a la disidencia con la ideología que ha tomado el poder.
En cuanto al desarrollo de los personajes, el verdadero protagonista y el más entrañable, que no deja indiferente a nadie y que está lleno de personalidad, es el pequeño Taponcito que es protagonista de la primera parte de la historia, y es el único personaje del que vemos su desarrollo desde aquel pequeño asustado, pasando por convertirse en un fotógrafo de renombre, hasta ser el padre de familia que llegó a su vejez con la conciencia tranquila y feliz de haber dejado en herencia a sus hijos y nietos su honorabilidad. Mención aparte al último capítulo que protagoniza donde pone en su sitio a los que le jodieron la juventud.
Los personajes que, en la segunda parte de la historia cronológica debieran coger el testigo en cuanto a personalidad de Taponcito, sus nietos, no acaban de calar lo suficiente como para hacerle sombra, pero cumplen bien su función en el transcurso de su historia.
En definitiva, dos historias diferentes pero conectadas entre sí, tanto con personajes como en la historia que nos cuenta, solo que cada una se desarrolla con los argumentos que les da las fechas donde ocurren, pero que toca las mismas fibras.

Escogí este libro porque me pareció muy interesante la mezcla de novela histórica con una distopía futurista. 


Los doce cuenta la historia de la familia Sastre a lo largo de un siglo, desde 1936 en plena Guerra Civil hasta 2037, una distopía en un futuro muy próximo. La forma de presentar este relato es intercalando capítulos de lo que ocurrió en el pasado y lo que ocurre en el futuro. 


La sensación que tengo al terminar la novela es de que he leído dos libros en vez de uno solo, aunque en los últimos capítulos hay conexión entre los dos   bloques. La forma de contar la historia parecía cambiar; mientras en la parte de 1936 se profundiza más en los personajes y en lo que acontece, en la parte de 2036 parece que se cuenta todo un poco más por encima. 


Lo cierto es que la parte de 1936 me gustó y la otra no tanto. Con la primera parte empaticé mucho más con los personajes. Sentí rabia, indignación, miedo e incluso me emocioné. La parte de 2036, al principio me despertó curiosidad por los parecidos con el momento presente, pero a medida que avanzaba la lectura se me fue haciendo pesada por no conectar igual que con la otra parte. Es algo que me decepciona un poco, porque es la parte en la que se podía inventar y dejar volar la imaginación.